Uno de los grandes males del espíritu de nuestras democracias de consumo es la inmediatez: el consumidor debe satisfacer rápidamente la necesidad que siente de un producto o servicio.
Y debe satisfacerla rápidamente porque, al tratarse de una necesidad que no es real, su presencia emocional no es duradera. Su radio de acción en el tiempo dependerá de la existencia de nuevas necesidades que le son inducidas.
La competencia en el mercado es feroz.
En este sentido, nosotros, como consumidores, estamos acostumbrados a una inmediatez que generalizamos para todas las cosas. Llevamos las gafas puestas de esa manera de ser y de estar: la del consumidor que desea, que debe ser satisfecho y que tiene la razón.
Pero afortunadamente hay cosas que no se compran en el supermercado, cosas que requieren tiempo para su gestación y que no entienden de nuestras prisas. Una de esas cosas que el capitalismo de consumo todavía no ha domesticado es la historia.
Y escribo ésto como introducción a una reflexión sobre los resultados obtenidos por Podemos en Andalucía, pero sobre todo como respuesta a las reflexiones derrotistas de los impacientes, los que quieren comprar el cambio político y social en el supermercado.
Afortunadamente todavía existe lo biológico, los necesarios procesos de maduración, la gradualidad con la que esas cosas que realmente merecen la pena se nos siguen presentando y ofreciendo.
Si el mercado y el consumo no pueden esperar, las cosas que realmente merecen la pena se hacen esperar. Este simple criterio debería servirnos para reconocerlas.
Tienen vida propia y se nos ofrecen cuando es el momento.
En este sentido, el proceso que llevó a Syriza al gobierno de Grecia tiene una duración de once años. Este es el lapso de tiempo que separa las legislativas del 2004 y las legislativas del 2015.
No sólo vivimos rodeados de resultados de procesos, situaciones o cosas acabadas, que están disponibles, sino también de procesos generadores de cosas o procesos que en algún momento serán o estarán acabados. Pero cada vez estamos más preparados para reconocer y valorar lo acabado, lo quee stá disponible en el estante para nuestra satisfacción y menos preparados para tener paciencia, para saber ver lo que está en desarrollo y el marco en que se mueve hacia delante en el tiempo.
Es más, nos resulta frustrante si no está disponible cuando pensamos que debería estar y esa frustración nos lleva a valorar negativamente aquello que no está disponible frente a lo que ya está, a lo que ya existe que se nos presenta real, asequible y disponible.
Syriza pasó por un proceso de once años en los que progresivamente fue demostrando una cierta verdad a sus electores, una verdad que les ha llevado a ganar el gobierno de todo un país. Y un momento clave de ese proceso es un progresivo contacto con la administración y el gobierno que culmina con la conquista del gobierno de la región Atica, la más importante de Grecia en el que sus políticas de gobierno permitieron el gran salto.
La historia tiene su propia dinámica y es diferente a la del capitalismo de consumo. Por eso, los neoliberales hablaron en su momento del final de la historia y del inicio de una nueva etapa de eterno presente, de inmediatez, en el que nada esencial cambia.
No te engañes ni tampoco desesperes porque los eventos históricos no se compran en el supermercado.
Las mayorías son por naturaleza conservadoras.
Necesitan hechos: hechos que les lleven a votar opciones que en un principio no consideraban y hechos que les reafirmen en ese voto.
Los milagros no existen.
Y en el exterior del enloquecido delirio del sistema de capitalismo de consumo, centrado en el sueño de producir y consumir, existe un contexto, un a priori existencial en el que ese delirio se inscribe, un contexto formado por tiempo que efectivamente pasa y por un espacio limitado que está siendo devorado para ser transformado y satisfacer el ilimitado desear de productos y servicios.
No hay mayor utopía que ésta, un eterno presente que todo lo devora al margen del tiempo.
No te olvides nunca del espacio y del tiempo.
No quieras un cambio y lo quieras ya como si fuera un bote de lejía.
Entiende la radical exigencia de verdad que plantean los procesos políticos inscritos en el tiempo.
Y debe satisfacerla rápidamente porque, al tratarse de una necesidad que no es real, su presencia emocional no es duradera. Su radio de acción en el tiempo dependerá de la existencia de nuevas necesidades que le son inducidas.
La competencia en el mercado es feroz.
En este sentido, nosotros, como consumidores, estamos acostumbrados a una inmediatez que generalizamos para todas las cosas. Llevamos las gafas puestas de esa manera de ser y de estar: la del consumidor que desea, que debe ser satisfecho y que tiene la razón.
Pero afortunadamente hay cosas que no se compran en el supermercado, cosas que requieren tiempo para su gestación y que no entienden de nuestras prisas. Una de esas cosas que el capitalismo de consumo todavía no ha domesticado es la historia.
Y escribo ésto como introducción a una reflexión sobre los resultados obtenidos por Podemos en Andalucía, pero sobre todo como respuesta a las reflexiones derrotistas de los impacientes, los que quieren comprar el cambio político y social en el supermercado.
Afortunadamente todavía existe lo biológico, los necesarios procesos de maduración, la gradualidad con la que esas cosas que realmente merecen la pena se nos siguen presentando y ofreciendo.
Si el mercado y el consumo no pueden esperar, las cosas que realmente merecen la pena se hacen esperar. Este simple criterio debería servirnos para reconocerlas.
Tienen vida propia y se nos ofrecen cuando es el momento.
En este sentido, el proceso que llevó a Syriza al gobierno de Grecia tiene una duración de once años. Este es el lapso de tiempo que separa las legislativas del 2004 y las legislativas del 2015.
No sólo vivimos rodeados de resultados de procesos, situaciones o cosas acabadas, que están disponibles, sino también de procesos generadores de cosas o procesos que en algún momento serán o estarán acabados. Pero cada vez estamos más preparados para reconocer y valorar lo acabado, lo quee stá disponible en el estante para nuestra satisfacción y menos preparados para tener paciencia, para saber ver lo que está en desarrollo y el marco en que se mueve hacia delante en el tiempo.
Es más, nos resulta frustrante si no está disponible cuando pensamos que debería estar y esa frustración nos lleva a valorar negativamente aquello que no está disponible frente a lo que ya está, a lo que ya existe que se nos presenta real, asequible y disponible.
Syriza pasó por un proceso de once años en los que progresivamente fue demostrando una cierta verdad a sus electores, una verdad que les ha llevado a ganar el gobierno de todo un país. Y un momento clave de ese proceso es un progresivo contacto con la administración y el gobierno que culmina con la conquista del gobierno de la región Atica, la más importante de Grecia en el que sus políticas de gobierno permitieron el gran salto.
La historia tiene su propia dinámica y es diferente a la del capitalismo de consumo. Por eso, los neoliberales hablaron en su momento del final de la historia y del inicio de una nueva etapa de eterno presente, de inmediatez, en el que nada esencial cambia.
No te engañes ni tampoco desesperes porque los eventos históricos no se compran en el supermercado.
Las mayorías son por naturaleza conservadoras.
Necesitan hechos: hechos que les lleven a votar opciones que en un principio no consideraban y hechos que les reafirmen en ese voto.
Los milagros no existen.
Y en el exterior del enloquecido delirio del sistema de capitalismo de consumo, centrado en el sueño de producir y consumir, existe un contexto, un a priori existencial en el que ese delirio se inscribe, un contexto formado por tiempo que efectivamente pasa y por un espacio limitado que está siendo devorado para ser transformado y satisfacer el ilimitado desear de productos y servicios.
No hay mayor utopía que ésta, un eterno presente que todo lo devora al margen del tiempo.
No te olvides nunca del espacio y del tiempo.
No quieras un cambio y lo quieras ya como si fuera un bote de lejía.
Entiende la radical exigencia de verdad que plantean los procesos políticos inscritos en el tiempo.
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