Cuando Robert de Niro y Martin Scorsese eran niños, década de los cincuentas del siglo pasado, el boxeo era un deporte mucho más popular en los Estados Unidos y Jake la Motta era un auténtico ídolo deportivo, tan idolo como ahora puede serlo Cristiano Ronaldo.
Y aunque Scorsese y La Motta proceden del mismo barrio Little Italy, fue Robert de Niro, de procedencia bastante más pija y mestiza pues nació en Greenwich Village de padre de ascendencia italiana y madre de ascendencia irlandesa, quién se interesó por la historia del boxeador que había leído durante el rodaje de la segunda parte de El Padrino en 1974..
Sin duda encontró en la historia de La Motta terreno para desplegar su talento como actor hasta el exceso, aunque el personaje no era precisamente edificante y era este aspecto el que no atraía en absoluto a Scorsese quien tampoco simpatizaba con el boxeo.
Varios años estuvo persiguiendo de Niro a Scorsese para que le acompañase en el proyecto de rodar la vida de La Motta, pero Scorsese estaba demasiado ocupado gestionando de manera deficiente su éxito personal y profesional. Divorcios, adicciones varias y el tremendo esfuerzo que le supuso poner en pie el tremendo desastre de crítica y taquilla que fue "New York, New York" estuvieron a punto de matarle dando con él en el hospital y colocándole entre la vida y la muerte.
Todo este proceso lo cuenta muy bien Peter Biskind en su estupendo y muy recomendable libro "Moteros tranquilos, toros salvajes".
Y fue durante esa larga estancia en el hospital, en un momento crucial en la vida de Scorsese, cuando De Niro volvió a sugerirle la historia de La Motta.
Allí Scorsese tuvo la visión de ver en la redención que tan dificultosamente consigue La Motta, su propia redención.
Fue entonces cuando Scorsese decidió subirse al proyecto y hacerlo suyo.
Sólo en este contexto se entiende ese versículo final de la Biblia con que termina la película: "Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.” San Juan , 9:24.
Porque si algo cuenta "Toro Salvaje" es la historia de alguien devorado por sus propios demonios. Toda ese energía brutal que convierte a La Motta en una persona inadaptada y difícil fuera del cuadrilatero se convierte en el poder que le hace un campeón en el ring.
Y dado que los momentos en el cuadrilatero son contados, lo normal es que toda la vida de La Motta termine viniéndose abajo, proceso que Scorsese filma con vocación de transparencia naturalista, casi documental..
Pero con mucho lo más hermoso de "Toro Salvaje", una película áspera y violenta, magnificamente fotografiada en un transparente y afilado blanco y negro por Michael Chapman, es lo que va quedando de La Motta, una suerte superviviente ecce-homo de la tragedia que es ser el mismo.
Y no sabemos muy bien cómo lo consigue y seguramente no lo sabemos porque no hay un concreto cómo. No hay un método que se pueda comprar en un supermercado.
Simplemente algunos lo consiguen y otros no.
¿Y qué consiguen?
Algo que es infinitamente más fácil de decir que de hacer: Pasar de la ceguera a poder ver.
Porque, al final, hay un aspecto en que la vida y el cine se parecen: No se trata de una cuestión de mirar, sino de ver.
Obra maestra.
Y aunque Scorsese y La Motta proceden del mismo barrio Little Italy, fue Robert de Niro, de procedencia bastante más pija y mestiza pues nació en Greenwich Village de padre de ascendencia italiana y madre de ascendencia irlandesa, quién se interesó por la historia del boxeador que había leído durante el rodaje de la segunda parte de El Padrino en 1974..
Sin duda encontró en la historia de La Motta terreno para desplegar su talento como actor hasta el exceso, aunque el personaje no era precisamente edificante y era este aspecto el que no atraía en absoluto a Scorsese quien tampoco simpatizaba con el boxeo.
Varios años estuvo persiguiendo de Niro a Scorsese para que le acompañase en el proyecto de rodar la vida de La Motta, pero Scorsese estaba demasiado ocupado gestionando de manera deficiente su éxito personal y profesional. Divorcios, adicciones varias y el tremendo esfuerzo que le supuso poner en pie el tremendo desastre de crítica y taquilla que fue "New York, New York" estuvieron a punto de matarle dando con él en el hospital y colocándole entre la vida y la muerte.
Todo este proceso lo cuenta muy bien Peter Biskind en su estupendo y muy recomendable libro "Moteros tranquilos, toros salvajes".
Y fue durante esa larga estancia en el hospital, en un momento crucial en la vida de Scorsese, cuando De Niro volvió a sugerirle la historia de La Motta.
Allí Scorsese tuvo la visión de ver en la redención que tan dificultosamente consigue La Motta, su propia redención.
Fue entonces cuando Scorsese decidió subirse al proyecto y hacerlo suyo.
Sólo en este contexto se entiende ese versículo final de la Biblia con que termina la película: "Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.” San Juan , 9:24.
Porque si algo cuenta "Toro Salvaje" es la historia de alguien devorado por sus propios demonios. Toda ese energía brutal que convierte a La Motta en una persona inadaptada y difícil fuera del cuadrilatero se convierte en el poder que le hace un campeón en el ring.
Y dado que los momentos en el cuadrilatero son contados, lo normal es que toda la vida de La Motta termine viniéndose abajo, proceso que Scorsese filma con vocación de transparencia naturalista, casi documental..
Pero con mucho lo más hermoso de "Toro Salvaje", una película áspera y violenta, magnificamente fotografiada en un transparente y afilado blanco y negro por Michael Chapman, es lo que va quedando de La Motta, una suerte superviviente ecce-homo de la tragedia que es ser el mismo.
Y no sabemos muy bien cómo lo consigue y seguramente no lo sabemos porque no hay un concreto cómo. No hay un método que se pueda comprar en un supermercado.
Simplemente algunos lo consiguen y otros no.
¿Y qué consiguen?
Algo que es infinitamente más fácil de decir que de hacer: Pasar de la ceguera a poder ver.
Porque, al final, hay un aspecto en que la vida y el cine se parecen: No se trata de una cuestión de mirar, sino de ver.
Obra maestra.
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