Aunque Saul Goodman vive en los Estados Unidos, la tierra de las oportunidades, este hecho no parece tener demasiado que ver con su destino.
Porque las oportunidades van por barrios o, mejor dicho, cada estrato social tiene sus propias oportunidades.
Así, y aunque Saul Goodman intenta mejorar dando lo mejor de sí mismo para intentar ser un abogado respetable como su hermano, las condiciones para que se produzca ese cambio no se dan, ni se darán por mucho que Goodman lo intente.
Este argumento es la espina dorsal que recorre de manera transversal los diez capítulos que componen la primera temporada de "Better call Saul", un spin off de la exitosa serie "Breaking Bad" y que, como en todos los spin off, tiene por protagonista a uno de los personajes de la serie madre: Saul Goodman, el abogado defensor del traficante Walter White.
A lo largo de diez capítulos asistimos al constante e inasequible al desaliento esfuerzo que realiza Goodman por mejorar, pero en la dirección de equivocada. Intentando dejar de ser el perdedor abogado de perdedores que todos creen que es.
Y si algo queda claro en "Better call Saul" es que no hay eso que se llama sueño americano para el protagonista.
Vince Gilligan y Peter Gould, los creadores de la serie, nos ofrecen una versión de los Estados Unidos muy alejada de ese retrato ideológico e ideal que circula por la cultura mainstream; una versión realista que nos presenta una sociedad depravada, desigual y obsesionada con el dinero y el éxito.
Y entre otras cosas, Saul Goodman es una victima de una constante tensión entre idea y realidad en la que siempre gana la realidad.
El resultado siempre es el cinismo y el más descarnado desengaño, cualidades que representa Mike Ehrmantraut, el sórdido y antipático guarda del aparcamiento de los juzgados, quién parece disfrutar imponiendo a los conductores los absurdos requerimientos inanes del orden establecido aplicados al uso del aparcamiento.
Siempre hay algo que pagar... por muy estúpido que sea.
No sé cuál personaje me gusta más.
"Better call Saul" rebosa inteligencia y talento por todas partes.
Imprescindible.
Porque las oportunidades van por barrios o, mejor dicho, cada estrato social tiene sus propias oportunidades.
Así, y aunque Saul Goodman intenta mejorar dando lo mejor de sí mismo para intentar ser un abogado respetable como su hermano, las condiciones para que se produzca ese cambio no se dan, ni se darán por mucho que Goodman lo intente.
Este argumento es la espina dorsal que recorre de manera transversal los diez capítulos que componen la primera temporada de "Better call Saul", un spin off de la exitosa serie "Breaking Bad" y que, como en todos los spin off, tiene por protagonista a uno de los personajes de la serie madre: Saul Goodman, el abogado defensor del traficante Walter White.
A lo largo de diez capítulos asistimos al constante e inasequible al desaliento esfuerzo que realiza Goodman por mejorar, pero en la dirección de equivocada. Intentando dejar de ser el perdedor abogado de perdedores que todos creen que es.
Y si algo queda claro en "Better call Saul" es que no hay eso que se llama sueño americano para el protagonista.
Vince Gilligan y Peter Gould, los creadores de la serie, nos ofrecen una versión de los Estados Unidos muy alejada de ese retrato ideológico e ideal que circula por la cultura mainstream; una versión realista que nos presenta una sociedad depravada, desigual y obsesionada con el dinero y el éxito.
Y entre otras cosas, Saul Goodman es una victima de una constante tensión entre idea y realidad en la que siempre gana la realidad.
El resultado siempre es el cinismo y el más descarnado desengaño, cualidades que representa Mike Ehrmantraut, el sórdido y antipático guarda del aparcamiento de los juzgados, quién parece disfrutar imponiendo a los conductores los absurdos requerimientos inanes del orden establecido aplicados al uso del aparcamiento.
Siempre hay algo que pagar... por muy estúpido que sea.
No sé cuál personaje me gusta más.
"Better call Saul" rebosa inteligencia y talento por todas partes.
Imprescindible.
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