“Lo que Mill decía parece absolutamente obvio, pero sólo lo fue después de que él lo dijera. No importaba que la acción natural de la sociedad deprimiera los salarios, que igualara los beneficios o elevara las rentas, ni ninguna otra cosa, fuera lo que fuese. Si a la sociedad no le gustaban los resultados naturales de sus actividades, le bastaba con cambiarlas. La sociedad podía imponer tasas o conceder subsidios, expropiar y redistribuir, podía donar toda su riqueza a un rey o montar una gigantesca obra de beneficencia; podía prestar la debida atención a los incentivos o –a su riesgo- ignorarlos. Pero, hiciera lo que hiciese, la distribución no era correcta, o al menos no era una distribución que la economía pudiese explicar. Para justificar de qué manera una sociedad compartía lo que producía no se apelaba a leyes, simplemente los hombres compartían su riqueza como consideraban adecuado.”
Pasión o sumisión: lo que el fútbol argentino enseña al Atleti
Hay una escena en la película argentina El secreto de sus ojos que me fascinó cuando la vi por primera vez. El investigador busca a un asesino desaparecido y su amigo Sandoval le dice una frase que se me quedó grabada: “El tipo puede cambiar de casa, de nombre, de trabajo… pero nunca va a cambiar de pasión” . Entonces lo entendí como algo bello: la pasión como raíz firme de identidad, una fidelidad que sobrevive al miedo y al tiempo. Me conmovió pensar que algo así podía definirnos para siempre. Pero, con los años, empecé a mirar de otro modo esa fidelidad absoluta. Soy simpatizante del Atlético de Madrid y no soy un buen aficionado según los estándares actuales. Hay cosas que veo, no me gustan y lo digo. He visto cómo, a lo largo de la última década, la relación entre la afición y el equipo ha cambiado. Con la llegada de Diego Simeone , el club consolidó un relato que exalta la entrega sin condiciones: luchar, sufrir, creer hasta el final. Ese discurso, que al principio unió a la hi...

Comentarios
Publicar un comentario