Se equivoca Podemos con ese tema de no ser ni de derechas ni de izquierdas.
No porque no sea cierto. Es verdad que hay un arriba y un abajo, pero carecen de credibilidad cuando lo explican porque todos los que dicen que no importa ser de derechas o de izquierdas son inequívocamente de izquierdas,
En este sentido, el tema está mal manejado.
Podemos no resulta creíble y este asunto de la transversalidad se está volviendo en su contra por esa evidente obsesión por mantener la pureza de una camarilla de elegidos en su viaje hacia el poder.
No hay nadie entre los portavoces de Podemos que pueda negar o afirmar que es de derechas, para enseguida afirmar que eso ya no es lo importante.
Y no sólo Podemos se equivoca en la manera de gestionarlo, se equivoca también al anteponer en este tema su deseo a la realidad.
Esta transversalidad no es algo que se crea, sino algo que se da o no se da.
El político se convierte en un líder carismático que verbaliza esa respuesta que está en el viento de la que cantaba Dylan.
Pero esto en España no es así.
En el viento flotan tanto dudas como certezas.
La mayoría de los votantes de derechas se van a sus casas en lugar de echarse en brazos de Podemos porque saben que son de izquierdas. Pueden coincidir en el diagnóstico pero saben que no van a coincidir en las soluciones... a menos que sean ellos los que se vuelvan de izquierdas como Iglesias y Monedero.
El país no va a tragar con esa rueda de molino, con esa premisa en la que Podemos basa su discurso político.
Y si quieren pruebas que piensen en la irrupción de Ciudadanos, la respuesta no revolucionaria sino posibilista y reformista que le ha cerrado el paso para su crecimiento por el centro.
Pero también se equivoca Podemos en su obsesión adolescente y vanidosa de ganar las próximas elecciones.
Si algo ha demostrado el bluff de Tsipras en sus negociaciones con Europa es que el verdadero poder ya no está en los gobiernos, que ganar unas elecciones no es conquistar un poder y que existe un poder, fascista y cruel, que sabe que puede contar siempre con el comodín del público, con apretar la garganta de todos y cada uno de los ciudadanos cuyo gobierno le desafíe.
Ganar unas elecciones con toda seguridad va a ser ganarse un pasaporte para el sufrimiento y sólo será posible superar ese tránsito si la ciudadanía sabe lo que se está jugando y lo que puede costarle. En otras palabras, es necesario una didactica, una lentitud en el paso que permita construir una comunidad basada en el convencimiento.
Porque los europeos somos demasiado pijos como para soportar lo que han soportado en Argentina o Ecuador desafiando al FMI.
Es mejor no ganar que hacerlo y acabar estallando en lo más alto como Tsipras, demostrando que sólo era un aventurero que, aun sabiendo que las consecuencias extremas de su política suponían la salida del Euro, nunca tuvo un plan B que considerase a Grecia fuera de la moneda única.
El resultado solo era este: el ridículo y la derrota segura.
Y eso que no tuvo tanta prisa como nuestros chicos de Podemos, que ya quieren hacer barraca en las primeras elecciones generales, presentandose con una cuchara de postre ante el afilado diente del capital y jugando con las escasas esperanzas que le restan a mucha gente.
Igual hay que ir poco a poco, desde los ayuntamientos. Predicando con el ejemplo. Convenciendo.
El daño moral que Tsipras ha hecho a su pueblo es incalculable bajándole bruscamente del NO al peor de los SIES y lanzandole despiadadamente contra un suelo cuya existencia el mismo negaba.
Ningún pacificador podría encontrar el capital para su causa en Grecia.
Yo no quiero lo mismo para mi pueblo.
Quiero gente responsable que no diga ahora cualquier cosa para salvar a Tsipras, que no se engañe con lo de la transversalidad, que vaya más allá del hecho de ganar unas elecciones.
Todo esto es mucho más serio, tan serio como la desesperanza que seguramente ahora sienta cualquier griego que celebró el triunfo del NO en la plaza Sintagma no hace mucho tiempo.
Oponerse a la bestia salvaje del capital neoliberal no es un juego de rol que compartes con tus compañeros de doctorado.
Igual hay que dejar de lado la vanidad y estar dispuesto a formar parte de una candidatura de unidad de la izquierda (y de quien quiera).
Igual hay que dejar de lado el aventurerismo y hacer discursos más sólidos en los que el concepto "ganar unas elecciones" no tenga presencia.
El gran problema de la izquierda siempre fue el ego y en eso los líderes de Podemos también demuestran ser de izquierdas.
No es la primera vez que lo escribo.
Se equivoca Podemos.
Se equivocan queriendo sólo para ellos la posición que con tanta astucia han alcanzado.
No porque no sea cierto. Es verdad que hay un arriba y un abajo, pero carecen de credibilidad cuando lo explican porque todos los que dicen que no importa ser de derechas o de izquierdas son inequívocamente de izquierdas,
En este sentido, el tema está mal manejado.
Podemos no resulta creíble y este asunto de la transversalidad se está volviendo en su contra por esa evidente obsesión por mantener la pureza de una camarilla de elegidos en su viaje hacia el poder.
No hay nadie entre los portavoces de Podemos que pueda negar o afirmar que es de derechas, para enseguida afirmar que eso ya no es lo importante.
Y no sólo Podemos se equivoca en la manera de gestionarlo, se equivoca también al anteponer en este tema su deseo a la realidad.
Esta transversalidad no es algo que se crea, sino algo que se da o no se da.
El político se convierte en un líder carismático que verbaliza esa respuesta que está en el viento de la que cantaba Dylan.
Pero esto en España no es así.
En el viento flotan tanto dudas como certezas.
La mayoría de los votantes de derechas se van a sus casas en lugar de echarse en brazos de Podemos porque saben que son de izquierdas. Pueden coincidir en el diagnóstico pero saben que no van a coincidir en las soluciones... a menos que sean ellos los que se vuelvan de izquierdas como Iglesias y Monedero.
El país no va a tragar con esa rueda de molino, con esa premisa en la que Podemos basa su discurso político.
Y si quieren pruebas que piensen en la irrupción de Ciudadanos, la respuesta no revolucionaria sino posibilista y reformista que le ha cerrado el paso para su crecimiento por el centro.
Pero también se equivoca Podemos en su obsesión adolescente y vanidosa de ganar las próximas elecciones.
Si algo ha demostrado el bluff de Tsipras en sus negociaciones con Europa es que el verdadero poder ya no está en los gobiernos, que ganar unas elecciones no es conquistar un poder y que existe un poder, fascista y cruel, que sabe que puede contar siempre con el comodín del público, con apretar la garganta de todos y cada uno de los ciudadanos cuyo gobierno le desafíe.
Ganar unas elecciones con toda seguridad va a ser ganarse un pasaporte para el sufrimiento y sólo será posible superar ese tránsito si la ciudadanía sabe lo que se está jugando y lo que puede costarle. En otras palabras, es necesario una didactica, una lentitud en el paso que permita construir una comunidad basada en el convencimiento.
Porque los europeos somos demasiado pijos como para soportar lo que han soportado en Argentina o Ecuador desafiando al FMI.
Es mejor no ganar que hacerlo y acabar estallando en lo más alto como Tsipras, demostrando que sólo era un aventurero que, aun sabiendo que las consecuencias extremas de su política suponían la salida del Euro, nunca tuvo un plan B que considerase a Grecia fuera de la moneda única.
El resultado solo era este: el ridículo y la derrota segura.
Y eso que no tuvo tanta prisa como nuestros chicos de Podemos, que ya quieren hacer barraca en las primeras elecciones generales, presentandose con una cuchara de postre ante el afilado diente del capital y jugando con las escasas esperanzas que le restan a mucha gente.
Igual hay que ir poco a poco, desde los ayuntamientos. Predicando con el ejemplo. Convenciendo.
El daño moral que Tsipras ha hecho a su pueblo es incalculable bajándole bruscamente del NO al peor de los SIES y lanzandole despiadadamente contra un suelo cuya existencia el mismo negaba.
Ningún pacificador podría encontrar el capital para su causa en Grecia.
Yo no quiero lo mismo para mi pueblo.
Quiero gente responsable que no diga ahora cualquier cosa para salvar a Tsipras, que no se engañe con lo de la transversalidad, que vaya más allá del hecho de ganar unas elecciones.
Todo esto es mucho más serio, tan serio como la desesperanza que seguramente ahora sienta cualquier griego que celebró el triunfo del NO en la plaza Sintagma no hace mucho tiempo.
Oponerse a la bestia salvaje del capital neoliberal no es un juego de rol que compartes con tus compañeros de doctorado.
Igual hay que dejar de lado la vanidad y estar dispuesto a formar parte de una candidatura de unidad de la izquierda (y de quien quiera).
Igual hay que dejar de lado el aventurerismo y hacer discursos más sólidos en los que el concepto "ganar unas elecciones" no tenga presencia.
El gran problema de la izquierda siempre fue el ego y en eso los líderes de Podemos también demuestran ser de izquierdas.
No es la primera vez que lo escribo.
Se equivoca Podemos.
Se equivocan queriendo sólo para ellos la posición que con tanta astucia han alcanzado.
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