Las películas con niño son peligrosas.
La tendencia a caer en la ñoñería o en la sensiblería se multiplica con la presencia infantil que convertida en fuente de pureza, y de verdad, sirve para contrastar posiciones adultas y ponerlas en su relativo lugar.
Y "Mr. Holmes" es una película con niño.
Nos presenta a un nonagenario y al borde de la senilidad Sherlock Holmes viendoselas para poner punto final a sus aventuras literarias. Para ello se las desea para recordar su último caso, el que según esta historia le retiró para siempre, pero los achaques de la edad se lo impiden.
Como no puede ser de otra forma habiendo niños por medio, la ayuda del hijo del ama de llaves será fundamental.
"Mr. Holmes" tiene puntos interesantes pero tiene un inicio torpe, dando excesivo peso a líneas narrativas como la ilustración del viaje a Japón, que resultan anecdóticas dentro del general curso de la historia. Por en medio, conforme Holmes recuerda, se pone interesante, pero, al final, no puede evitar caer en la sensiblería, la pornografía de las emociones, con un final que quiere ser catárquico y se queda a medio camino de todo y con todos los protagonistas siendo felices y comiendo perdices.
No obstante, lo mejor de "Mr. Holmes" es el sobrecogedor y tremendo retrato de una vejez sin esperanza que Iac McKellen compone con su magnífico talento como actor.
Para mi gusto, su interpretación está por encima de la historia y, aunque evidentemente basada en lo que propone el argumento, McKellen presenta una línea narrativa autosuficiente y sustancial que muestra los últimos días de Holmes como una desgarradora experiencia inconsolable de pérdida.
Da miedo envejecer viendo al Holmes de McKellen.
Así, "Mr. Holmes" transpira pequeñas gotas de venenoso desasosiego que poco a poco van envenenando la mirada del espectador, un desasosiego que el siempre conveniente y necesario final feliz no logra disipar en absoluto.
Con "Mr. Holmes", su director, Bill Condon, regresa a la inquietante línea que inauguró "Dioses y Monstruos", su primera película.
Lo dicho: inquietante.
La tendencia a caer en la ñoñería o en la sensiblería se multiplica con la presencia infantil que convertida en fuente de pureza, y de verdad, sirve para contrastar posiciones adultas y ponerlas en su relativo lugar.
Y "Mr. Holmes" es una película con niño.
Nos presenta a un nonagenario y al borde de la senilidad Sherlock Holmes viendoselas para poner punto final a sus aventuras literarias. Para ello se las desea para recordar su último caso, el que según esta historia le retiró para siempre, pero los achaques de la edad se lo impiden.
Como no puede ser de otra forma habiendo niños por medio, la ayuda del hijo del ama de llaves será fundamental.
"Mr. Holmes" tiene puntos interesantes pero tiene un inicio torpe, dando excesivo peso a líneas narrativas como la ilustración del viaje a Japón, que resultan anecdóticas dentro del general curso de la historia. Por en medio, conforme Holmes recuerda, se pone interesante, pero, al final, no puede evitar caer en la sensiblería, la pornografía de las emociones, con un final que quiere ser catárquico y se queda a medio camino de todo y con todos los protagonistas siendo felices y comiendo perdices.
No obstante, lo mejor de "Mr. Holmes" es el sobrecogedor y tremendo retrato de una vejez sin esperanza que Iac McKellen compone con su magnífico talento como actor.
Para mi gusto, su interpretación está por encima de la historia y, aunque evidentemente basada en lo que propone el argumento, McKellen presenta una línea narrativa autosuficiente y sustancial que muestra los últimos días de Holmes como una desgarradora experiencia inconsolable de pérdida.
Da miedo envejecer viendo al Holmes de McKellen.
Así, "Mr. Holmes" transpira pequeñas gotas de venenoso desasosiego que poco a poco van envenenando la mirada del espectador, un desasosiego que el siempre conveniente y necesario final feliz no logra disipar en absoluto.
Con "Mr. Holmes", su director, Bill Condon, regresa a la inquietante línea que inauguró "Dioses y Monstruos", su primera película.
Lo dicho: inquietante.
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