Recomiendo muy encarecidamente la visión en youtube del programa "El proyecto europeo" de la tertulia política "Fort Apache" que modera el líder de Podemos Pablo Iglesias.
Publicado el pasado 8 de agosto, el programa claramente conjuga el nuevo posicionamiento de la formación de izquierdas tras la enorme hostia recibida a través de Tsipras antes del verano.
El resultado es bastante triste.
Después de todo el objetivo va a ser disputar la hegemonía de la izquierda a los socialdemócratas para conseguir instaurar una suerte de nueva socialdemocracia, la que se tiene que llevar ahora, la que asume que no se puede vivir fuera del euro, la que tiene claro que les convertiría en perdedores cualquier medida que supiese el cierre de los cajeros, la que considera que hay que ganar tiempo para acumular poder aunque ello suponga firmar el peor rescate de la historia moderna de Grecia.
En definitiva, patético.
En pocas palabras, aceptar las reglas del juego y reformar lo que los que mandan permitan mientras con el tiempo el sistema les transforma y alguno de ellos consigue dentro de treinta años hacerse la foto que se hizo Felipe Gonzalez fumandose un puro en la cubierta de un yate mientras una rubia en bikini les masajea la espalda.
Planazo!
Pero lo peor no es lo que se lee en las líneas que el propio Pablo Iglesias recita con el mismo convencimiento con el que antes del verano recitaba la posibilidad de lo que ahora considera radicalmente imposible. Lo peor es lo que se puede leer entre ellas y todo absolutamente relacionado con esa vieja política contra la que dicen estar.
Por un lado, el miedo implícito a cualquier acción que pueda provocar situaciones como en Grecia que deterioren la vida cotidiana de los ciudadanos con lo que reconocen que en realidad esa transversalidad de la que dicen ser portavoces no existe.
Teniendo en cuenta la línea de los grandes movimientos de la historia supongo que esa gente. entre la que yo ya no me encuentro, debería seguirles hasta el fin del mundo. Toda esa sociedad que quiere un cambio les respaldaría en ese esfuerzo si realmente son sus portavoces y tienen su apoyo.
Pero ellos ya cuentan con el hecho incontrovertible de que, según lo que se proponga y las consecuencias que esas propuestas conlleven, ese apoyo desaparecerá.
Con pavor afirman que determinadas acciones les llevaría a perder las elecciones, cosa que parece ser lo más relevante sin que parezca interesarles en la misma medida el valor real de su presencia en el gobierno.
Pero esto tampoco es lo peor.
Lo peor es la total renuncia a la construcción de una relación basada en la verdad con su electorado.
Lo peor es la absoluta renuncia a la didáctica de los costes, a la explicación sincera de lo que podría suponer para las personas que les apoyen. Simplemente, y como cualquier político que critican, asumen que cualquier medida complicada les llevaría a enfrentarse con su pueblo y a la pérdida consiguiente de la popularidad de las elecciones.
Y no es que renuncien a la posibilidad de una relación adulta con su electorado, algo que sin duda les diferenciaría de la vieja política, sino que admiten el infantilismo de sus electores. Renuncian a explicarles los costes y los esfuerzos, renuncian a la posibilidad de construir una mayoría consciente de los sacrificios y lo deberes que exigen determinadas posiciones políticas, porque ya dan por sentado que van a ser rechazados.
En definitiva Podemos aspira a construir una relación con sus electores basada en los mismos mimbres que utilicen los partidos de la política tradicional: Nada de problemas y sólo buenas palabras.
Por supuesto sin perder las elecciones.
Así, el objetivo no es otro que desplazar al PSOE manejando con conveniencia la esperanza de un cambio que por supuesto no supondrá ningún coste para aquellos que lo buscan.
La derecha cambia de pareja de baile pero el vals no se detiene.
Y llama la atención que unos profesores de ciencias políticas esperen que los que ocupan el poder cedan por las buenas aquello que durante treinta años han ido arrebatando a la gente.
Y no llama menos la atención el hecho de que pretendan ejercer una acción de ideas y política aceptando como axiomas planteamientos que son esenciales en la construcción del punto de vista del contrincante, es decir, aceptando aspectos de una realidad de la que estos son propietarios.
Así, la prolongación de la derrota esta asegurada, cosa que no parece importar demasiado a estos aventureros sin escrúpulos, capaces de jugar con lo poco que tienen algunos para sabe dios qué pero seguro que no será para transformar esta sociedad.
Como digo, yo ya no confío en Podemos.
El sistema se reinventa para captar los descontentos a través de ellos.
Es la vieja historia de siempre: esperar a transformar al sistema mientras poco a poco el sistema te transforma.
Ni siquiera la izquierda es capaz de entender y aplicar esta lección que le ofrece su propia historia.
Y con esa elemental falta de visión no es que se pueda ir demasiado lejos, tanto como los amos de esta realidad quieran.
El que avisa no es traidor.
Es muy sencillo. Ellos saben que cambiar exigirá sacrificios, pero eso no es lo más importante. También saben que no estamos dispuestos al menor de los sacrificios. Queremos que todo cambie pero que al mismo tiempo siga igual.
Y la nueva izquierda está dispuesta a trabajar en esa delirante e ilusoria dirección.
Nos va a negar la terrible visión de los costes en los que podemos incurrir luchando por la libertad y lo cierto es que tienen razón: las probabilidades de que una mayoría social se venga abajo enfrentada a los costes de las políticas que desea.
Pero, y en cualquier caso, nos vendría bien que se nos diera esa oportunidad y que esa oportunidad nos la diese un partido que estuviese dispuesto a perder antes que construir una relación artificial con su electorado basada en ganar a cualquier precio.
A lo mejor es lo que la sociedad demanda ahora de un partido de izquierda.
No alguien dispuesto a ganar sino alguien dispuesto a perder a cambio de decir la verdad sobre los posibles costes de una victoria.
Alguien que tenga la autoridad moral de decir las cosas claras y que no tenga miedo a marcharse a cada si la sociedad no la respalda,
Alguien que cumpla el papel de agitador y que le diga al público que no siempre tiene la razón uno de los grandes males de nuestra época, y que con carisma sea capaz de convencer demostrándolo.
Publicado el pasado 8 de agosto, el programa claramente conjuga el nuevo posicionamiento de la formación de izquierdas tras la enorme hostia recibida a través de Tsipras antes del verano.
El resultado es bastante triste.
Después de todo el objetivo va a ser disputar la hegemonía de la izquierda a los socialdemócratas para conseguir instaurar una suerte de nueva socialdemocracia, la que se tiene que llevar ahora, la que asume que no se puede vivir fuera del euro, la que tiene claro que les convertiría en perdedores cualquier medida que supiese el cierre de los cajeros, la que considera que hay que ganar tiempo para acumular poder aunque ello suponga firmar el peor rescate de la historia moderna de Grecia.
En definitiva, patético.
En pocas palabras, aceptar las reglas del juego y reformar lo que los que mandan permitan mientras con el tiempo el sistema les transforma y alguno de ellos consigue dentro de treinta años hacerse la foto que se hizo Felipe Gonzalez fumandose un puro en la cubierta de un yate mientras una rubia en bikini les masajea la espalda.
Planazo!
Pero lo peor no es lo que se lee en las líneas que el propio Pablo Iglesias recita con el mismo convencimiento con el que antes del verano recitaba la posibilidad de lo que ahora considera radicalmente imposible. Lo peor es lo que se puede leer entre ellas y todo absolutamente relacionado con esa vieja política contra la que dicen estar.
Por un lado, el miedo implícito a cualquier acción que pueda provocar situaciones como en Grecia que deterioren la vida cotidiana de los ciudadanos con lo que reconocen que en realidad esa transversalidad de la que dicen ser portavoces no existe.
Teniendo en cuenta la línea de los grandes movimientos de la historia supongo que esa gente. entre la que yo ya no me encuentro, debería seguirles hasta el fin del mundo. Toda esa sociedad que quiere un cambio les respaldaría en ese esfuerzo si realmente son sus portavoces y tienen su apoyo.
Pero ellos ya cuentan con el hecho incontrovertible de que, según lo que se proponga y las consecuencias que esas propuestas conlleven, ese apoyo desaparecerá.
Con pavor afirman que determinadas acciones les llevaría a perder las elecciones, cosa que parece ser lo más relevante sin que parezca interesarles en la misma medida el valor real de su presencia en el gobierno.
Pero esto tampoco es lo peor.
Lo peor es la total renuncia a la construcción de una relación basada en la verdad con su electorado.
Lo peor es la absoluta renuncia a la didáctica de los costes, a la explicación sincera de lo que podría suponer para las personas que les apoyen. Simplemente, y como cualquier político que critican, asumen que cualquier medida complicada les llevaría a enfrentarse con su pueblo y a la pérdida consiguiente de la popularidad de las elecciones.
Y no es que renuncien a la posibilidad de una relación adulta con su electorado, algo que sin duda les diferenciaría de la vieja política, sino que admiten el infantilismo de sus electores. Renuncian a explicarles los costes y los esfuerzos, renuncian a la posibilidad de construir una mayoría consciente de los sacrificios y lo deberes que exigen determinadas posiciones políticas, porque ya dan por sentado que van a ser rechazados.
En definitiva Podemos aspira a construir una relación con sus electores basada en los mismos mimbres que utilicen los partidos de la política tradicional: Nada de problemas y sólo buenas palabras.
Por supuesto sin perder las elecciones.
Así, el objetivo no es otro que desplazar al PSOE manejando con conveniencia la esperanza de un cambio que por supuesto no supondrá ningún coste para aquellos que lo buscan.
La derecha cambia de pareja de baile pero el vals no se detiene.
Y llama la atención que unos profesores de ciencias políticas esperen que los que ocupan el poder cedan por las buenas aquello que durante treinta años han ido arrebatando a la gente.
Y no llama menos la atención el hecho de que pretendan ejercer una acción de ideas y política aceptando como axiomas planteamientos que son esenciales en la construcción del punto de vista del contrincante, es decir, aceptando aspectos de una realidad de la que estos son propietarios.
Así, la prolongación de la derrota esta asegurada, cosa que no parece importar demasiado a estos aventureros sin escrúpulos, capaces de jugar con lo poco que tienen algunos para sabe dios qué pero seguro que no será para transformar esta sociedad.
Como digo, yo ya no confío en Podemos.
El sistema se reinventa para captar los descontentos a través de ellos.
Es la vieja historia de siempre: esperar a transformar al sistema mientras poco a poco el sistema te transforma.
Ni siquiera la izquierda es capaz de entender y aplicar esta lección que le ofrece su propia historia.
Y con esa elemental falta de visión no es que se pueda ir demasiado lejos, tanto como los amos de esta realidad quieran.
El que avisa no es traidor.
Es muy sencillo. Ellos saben que cambiar exigirá sacrificios, pero eso no es lo más importante. También saben que no estamos dispuestos al menor de los sacrificios. Queremos que todo cambie pero que al mismo tiempo siga igual.
Y la nueva izquierda está dispuesta a trabajar en esa delirante e ilusoria dirección.
Nos va a negar la terrible visión de los costes en los que podemos incurrir luchando por la libertad y lo cierto es que tienen razón: las probabilidades de que una mayoría social se venga abajo enfrentada a los costes de las políticas que desea.
Pero, y en cualquier caso, nos vendría bien que se nos diera esa oportunidad y que esa oportunidad nos la diese un partido que estuviese dispuesto a perder antes que construir una relación artificial con su electorado basada en ganar a cualquier precio.
A lo mejor es lo que la sociedad demanda ahora de un partido de izquierda.
No alguien dispuesto a ganar sino alguien dispuesto a perder a cambio de decir la verdad sobre los posibles costes de una victoria.
Alguien que tenga la autoridad moral de decir las cosas claras y que no tenga miedo a marcharse a cada si la sociedad no la respalda,
Alguien que cumpla el papel de agitador y que le diga al público que no siempre tiene la razón uno de los grandes males de nuestra época, y que con carisma sea capaz de convencer demostrándolo.
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