domingo, octubre 11, 2015

La vieja política está en todas partes

Dedicar un programa a las últimas elecciones griegas y emplear sólo diez segundos en el crucial tema de la abstención, para luego concentrarte en lo mucho que ha hecho tu amigo Tsipras y lo difícil que lo tiene es pura vieja política.

Poner la victoria por encima de todo, incluso de la verdad, es también purisima vieja política.

Pero, y por increíble que parezca, Pablo Iglesias, el apóstol de la nueva política, dedicó su último programa de "Fort Apache" a todo esto.

Insisto en que lo que le está pasando en intención de voto a Podemos en las encuestas no sólo tiene que ver con la hostia griega sino con el modo tan desastroso en que se está gestionando esa hostia. Honestamente creo que no se puede hacer peor si lo que quieres es algo más que alcanzar el poder.

Y algo eso hay porque al final lo que mola de Tsipras es que haya ganado.

Parece primar el mensaje de que lo que importa ganar pero, y por contra, no parece importar tanto para qué se gana.

Entonces ya se verá.

Haremos lo que podamos contra los malos pero el margen es pequeño, recuerdalo.

Porque, y de repente ahora todo es complicado y difícil. Hay que pensar las cosas dos veces y como consecuencia Iglesias desarrolla un discurso ridículo de realismo y responsabilidad de gobierno para desacreditar a aquellos de la izquierda que consideran a Tsipras un traidor.

Un discurso que tácitamente le reconoce una superioridad al enemigo desde una posición victimista dispuesta a culminar todo análisis desde el clásico de la chapuza española: se hace lo que se puede.

En este sentido, nada le diferencia de un Felipe Gonzalez y un Rajoy, los príncipes de la vieja política, salvo que él dice que va a hacer las cosas diferentes al mismo tiempo que reconoce como inevitables elementos a tener en cuenta aspectos de una realidad que precisamente le van a impedir a hacer muchas cosas que dice que va a hacer.

Se trata de un enfoque que no tiene un pase si vienes de donde vienes y querías hacer lo que querías hacer.

Un enfoque derrotista coronado con la podrida guinda de planteamientos directamente emanados de la programación de la sociedad de consumo, planteamientos que tienen que ver con el sentimiento de seguridad obtenido a través del dinero.

¿Cómo llevar a la revolución a la gente si se van a quedar sin dinero en los cajeros y pueden perder su casa?

Mucho mejor la utopía de pretender cambiarlo todo sin sufrimiento, como si se pudiera comprar un nuevo mundo en el supermercado y pudiéramos llevarnos lo mejor de éste al nuevo... Por ejemplo, un mundo consumista y sostenible.

Mucho mejor la utopía de no perder lo bueno de nada y evitar lo malo de todo.

Pablo Iglesias llama a la responsabilidad a la izquierda, pero no dice qué es lo que va a hacer, en qué consiste su sentido de la responsabilidad, dónde están las líneas rojas que no se deben cruzar y el pájaro negro que sobrevuela en su discurso es que hará lo que pueda o le dejen hacer.

Así, a lo que estamos asistiendo, es a un mero cambio de guardia en la izquierda, dentro del reformismo, manteniendo lo peor de la política.

El objetivo es ser la primera fuerza de eso que se llama izquierda y luego intentar cambiar las cosas desde la responsabilidad y el realismo, exactamente lo que ha intentado la izquierda reformista desde la Segunda Guerra Mundial... Esperar a cambiar el mundo mientras ese mundo te cambia terminando el proceso con la incontestable y emblemática figura de Felipez González en su yate, con su puro y su rubia en bikini como colofón.

Es una pena que Iglesias, sin duda cegado por su ego de mesías, no entienda la importancia de perder y tampoco tenga la modestia de entender su Podemos como parte de un proceso colectivo que empieza desde muy abajo y que lo tiene muy crudo.

Mejor es prometer como tantos otros que el voto en unas elecciones lo puede cambiar todo.

Mejor es ignorar el poder silencioso de la abstención y comprender que la política no es causa sino efecto.

Las sociedades generan las políticas y los sistemas de gobierno. Primero tiene que haber una nueva sociedad para que exista una nueva política y una nueva manera de gobernar.

A estas alturas. la lucha está en otra parte.

El camino es largo y ni siquiera aun nos hemos dado cuenta del grado de la derrota.

Alguien. cuanto antes, debería decir que en realidad no hay nada que hacer mientras nadie esté dispuesto en realidad a poner en riesgo la seguridad de la que disfruta.

La libertad que se compra fácilmente y en los supermercados siempre está adulterada.

Mientras sigamos engañandonos a nosotros mismos no seremos jamás una amenaza... Sólo tienen que cerrarnos los cajeros.





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