“La supremacía del poder económico corporativo se inició, de modo oficial, con las elecciones de 1866 y fue consolidada por la decisión de la Suprema Corte en 1888, declarando que la Enmienda Catorce protegía la corporación. Ese período presenció el traslado del centro de iniciativa, del gobierno a la corporación. Hasta la Primera Guerra Mundial (que nos dio un anticipo de ciertas características de nuestro período) ésta fue una época de incursiones de la minoría económica contra el gobierno. Una época: de corrupción en que se compraba, simplemente, a jueces y senadores… En la época que siguió a la Guerra Civil, dicha economía fue el motor: los trusts --como lo revelan claramente los acontecimientos y las medidas políticas- podían usar con facilidad, en beneficio propio, la maquinaria gubernamental, relativamente débil. El que los gobiernos federales y estatales fueran decisivamente debilitados en su poder regulador, significaba que eran ellos mismos controlables por los grandes intereses económicos. Sus poderes estaban dispersos y desorganizados; los poderes de las corporaciones industriales y financieras estaban concentrados y entretejidos… Sólo los intereses de Morgan sostenían 341 directorios en 112 corporaciones, con una capitalización agregada de más de 22 mil millones de dólares -tres veces más del valor tasado de toda la propiedad personal y real en Nueva Inglaterra: Con ingresos mucho mayores y un número de empleados más grande que el de varios Estados, las corporaciones dominaban los partidos, compraban leyes, y lograban la "neutralidad" de los diputados. Y lo mismo que el poder económico privado anulaba el poder político público, la élite económica anulaba a la élite política”.
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