I
No es amarga la luz sino el día,
Su infinita lista de obligaciones contraídas,
algunas incluso antes de haber nacido,
obligaciones que con inflexible
puntualidad
se nos demandan y exigen
con la naturalidad y el derecho
de quien, aunque nos dice libres,
En realidad en cuerpo y alma nos posee
y, confortablemente instalado en su
poder,
espera de nosotros la sensatez y el buen
sentido
de callarnos y, regresando al silencio
del que estamos hechos,
sin rechistar ocupemos los lugares
asignados de siempre,
cubriendo con la leve nimiedad nuestros
cuerpos
las indelebles marcas que pisaron
en todo momento obedientes nuestros
padres y ancestros.
II
Y mientras tanto,
y a falta de un mejor dios
que arrojar al pozo negro de esa hambre insaciable
que de una forma u otra nos corroe,
el firme deseo de que nuestra suerte
cambie
sin saber cómo, cuándo o por qué,
esperando a mágicos godots
que nunca terminan de llegar.
sin acabr de entender
(o silenciosamente sabiéndolo)
que si alguien tiene que llegar es otro
uno mismo.
III
Como si, por arte de magia,
el destino pudiera separarse de quien lo
sufre
y todo pudiera ser resuelto con una
reclamación
ante la correspondiente instancia
competente.
con el mínimo esfuerzo,
sin que nada cueste demasiado,
apenas lo suficiente.
IV
No es amargo el día
sino quien lo vive como si no fuese suyo,
como si no le perteneciese
Y espera sin saber esperar,
habiendo aprendido para su desgracia
a confundir la luz con su mera nostalgia.
No es amargo el día... si te encuentras con esta maravilla...
ResponderEliminarBueno... Sigue siendo amargo pero sabe mejor...
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