“De manera análoga, la posmodernidad -que estéticamente era
poco más que una vuelta menor de la espiral descendiente de la modernidad, si
bien de mucho mayor importancia ideológica- se había de entender como producto
de la derrota política de la generación radical de finales de los años sesenta.
Una vez frustradas sus esperanzas revolucionarias, esa hueste había encontrado
compensación en un hedonismo cínico que halló salida abundante en el boom del
sobreconsumo de los años ochenta.
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