En sus escritos sobre cine, el alemán Wim Wenders siempre habla de la actual incapacidad del cine para construir imágenes poderosas, nuevas. distintas, diferentes.
Son siempre las mismas imágenes las que se repiten una y otra vez certificando la muerte del cine como la radical expresión artística que este en su momento fue.
Pues bien, el "Napoleón" de Abel Gance pertenece claramente a esa época que Wenders añora y en la que el cine era todavía una nueva herramienta con cuyo concurso el ser humano se había dotado para satisfacer su necesidad expresar su manera de ver el mundo y lo que no lo es.
Filmada en 1927, esta película forma parte de un colosal e irrealizable proyecto de contar la vida del brazo armado de la Revolución Francesa a lo largo de seis películas.
Gance se quedó en esta primera que cuenta los inicios de la vida de Napoleón hasta que este se convierte en el hombre fuerte de la Convención e inicia su primera campaña militar en el Norte de Italia contra los austriacos.
Quedan por lo tanto fuera todas los grandes momentos de la vida del personaje: la gran victoria de Austerlitz, la campaña rusa, la derrota final de Waterloo; pero, y sin embargo, esta "Napoleón" resulta esencial porque nos cuenta lo que es fundamental en la vida de toda persona: la lenta construcción del carácter que le llevaría a ser una de las máximas figuras de la historia moderna europea.
A lo largo de cinco horas de duración, Gance nos cuenta el largo viaje de Bonaparte desde la escuela hasta convertirse en la máxima figura militar de la convención, pasando por los problemas que pasó en Córcega, su relación con la Revolución Francesa o su decisiva intervención en el sitio de Toulon.
Pero lo importante para mi gusto en este "Napoleon" de Gance no es tanto lo que se cuenta sino la brillantez con la que Gance se arregla para contarlo.
Montajes sincopados, superposiciones de imágenes, cámaras en mano, tremendos travellings,,, La riqueza de soluciones narrativas que presenta este "Napoleon" es sencillamente brutal.
Y en este sentido, y aunque ya va para los cien años de edad, es una película que, aún hoy en día, no deja de sorprender al espectador con la genialidad de sus soluciones narrativas.
Lo importante en el "Napoleon" de Gance es su actitud, la manera autentica y pura con la que se enfrenta a la necesidad de contar porque en ella confluyen las dos tradiciones a veces contrapuestas en el cine: la espectacular y la artística, casi experimental... porque, por ejemplo, esa experimentación narrativa sucede en un formato panorámico llamado Polyvision que comprometió el propio éxito de la película, adelantando en 30 años a experiencias como el Cinemascope
Esta confluencia, para mi gusto exitosa, hace de esta película un evento absolutamente singular y un magnifico ejemplo de esa perdida capacidad del cine como expresión artística para producir auténticas y verdaderas obras de arte.
Estamos ante una obra culminante del cine como ese séptimo arte que algunos todavía dicen que es.
Imprescindible,.. y más allá.
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