jueves, marzo 24, 2016

La marcia su Roma

El bufón es un personaje transversal a lo largo de toda la historia de la dramaturgia.

Su capacidad de hacer reír a los ricos y poderosos le confiere un estatus especial que le permite la posibilidad de decir la verdad, las cosas como son.

Un ejemplo esencial es el bufón que aparece en la shakesperiana "Rey Lear", un personaje capaz de hacer reír y al mismo tiempo de decir la verdadera condición de los actos ejecutados por el protagonista.

Y si algo deja claro el arquetipo del bufón es que la capacidad de hacer reír genera un inmediato estatus de inmunidad y valor hasta el punto de que el rey se piensa dos veces en cortar una lengua afilada que al mismo tiempo tiene la capacidad de hacerle reír.

Toda ésta introducción viene al caso por el importante papel que ha jugado la comedia para contar a los italianos las cosas importantes de la historia reciente de su país.

La comedia ha sido ese muy oportuno bufón y, aunque el cine italiano ha producido un cine político más que interesante encabezado por talentos como Francesco Rosi o Gillo Pontecorvo; también ha generado toda una línea basada en la comedia, una comedia que siempre deviene amarga en algún momento de sus tramas, dejando al espectador muchas veces con la risa helada en los labios.

Dirigida por Dino Risi en 1962, "La marcia su Roma" es un magnífico ejemplo de ese carácter político y social que la comedia ha tenido dentro del cine italiano.

Porque al terminar de verla uno se hace una idea bastante precisa del origen y el éxito del fascismo en la sociedad italiana posterior a la Primera Guerra  Mundial.

De la mano de Domenico Rochetti (Vittorio Gassman) y Umberto Gavazza (Ugo Tognazzi), la película nos cuenta la intrahistoria del viaje que los fascistas realizaron a la capital de su país, en 1923. Esta marcha fue la definitiva manifestación de fuerza de los fascistas, la escenificación de un poder que era a su vez parte de un escenario mayor en el que los fascistas interpretaban una posición de poder y las clases dirigentes interpretaban el papel de impresionados por semejante demostración de fuerza porque se trataba de los comunistas o de ellos

Y el resultado fue la oferta a Benito Mussolini del puesto de primer ministro por parte del rey Victor Manuel III.

Pero lo que encuentran Rochetti y Gavazza en el fascismo es un lugar, un orden en el que refugiarse del brutal desorden que arrecia en una sociedad azotada por la difícil situación económica de la postguerra.

Es cierto que se trata de un orden muy loco, ahí está la comedia, pero lo más importante es que se trata de un orden, de algo que hacer, de un sentido al que Rochetti y Gavazza casi se abrazan sin pensarlo, dejándose llevar por ese instinto casi animal que como especie nos lleva a necesitar un sentido.

Y lo que "La marcia su Roma" muestra es que ese sentido pertenece siempre a otro.

Rochetti y Gavazza lo descubren cuando confiscan el coche al marqués en nombre de un sentido que muy pronto descubrirán que pertenece más al marqués que a ellos mismos.

Ese es el gran problema de vivir el sentido de otros, que uno no se pertenece deviniendo a condición de herramienta, de instrumento que es útil mientras es escenario.

Y ese es el gran peligro de aceptar la realidad como incuestionable.

La realidad no es más que un determinado sentido y como tal siempre pertenece a alguien.

Brillante.





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