Escribe Yorgos Séferis, uno de los más grandes poetas griegos, la para mi gusto mejor definición de la poesía desde la perspectiva del poeta.
Dice Seferis que "a tientas vas buscando la lanza destinada a perforar tu corazón para abrirlo a la luz".
Seferis fue diplomático y muchos años estuvo fuera de ese poderoso sol del egeo griego, un sol a cuya ausencia asociada a los perdidos días de su infancia dedica la mayor parte de sus preciosos versos.
Los versos que cito pertenecen a su último libro, "Tres poemas secretos", publicado en 1966.
Seferis no volvió a escribir más y siempre he titulado este maravilloso libro para mis adentros como "Tres poemas póstumos" porque el libro tiene para mi gusto un evidente carácter testamentario, de constatación de una individualidad despreocupadamente tendida al cielo de la posteridad.
"Tres poemas secretos" es un libro pequeño en el que sin duda está presente esa nostalgia de la tierra griega, de esa luz recordada por Seferis como el sabor de una fruta jugosa cuyo recuerdo aún es capaz de apurar, pero también siempre me ha parecido que esa luz habla también de su propia condición de poeta.
No en vano Seferis se define a si mismo como un asunto de luz en otro verso de ese mismo libro.
Y no en vano el trabajo del poeta es precisamente buscar esa lanza, esa palabra precisa, destinada a perforar su corazón para abrirlo a la luz.
Después de todo, y etimológicamente hablando, la palabra "poesía" está directamente emparentada con la palabra griega "poiesis" que no significa otra cosa que la causa eficiente que hace que las cosas sean, que hace que las cosas abandonen la oscuridad para manifestarse concretas en la luz.
En este sentido, la poesía es a más sagrada poiesis y tiene que ver con la luz, esa luz de la infancia que Seferis echaba tanto en falta en el final de sus años seguramente porque nunca pudo mirar tan lejos y con tanta certeza como bajo aquella iridiscencia que a todo lo empapaba de arrasadora certeza.
No hay poesía sino hay oscuridad, pero aquella tampoco existe sin que aparezca la luz, la concrección de aquello que permanecía oculto, confundido con la oscuridad, sentido pero inexistente porque permanece indefinido entre las sombras de lo que aún no ha podido ser dicho.
Ya lo decía Hölderlin, "lo que dura lo fundan los poetas".
Es una pena que ya no se les escuche.
Sin ellos, sin la iluminación que trae consigo la lucidez de su palabra, solo existe la oscuridad que todo lo devora.
El trabajo del poeta es esencial: escuchar nuestra oscuridad buscando la manera de pronunciarla.
Y ahora mismo, en estos tiempos que vivimos, no puedo penar en nada que sea más importante.
Lee poesía.
Encuentra a tu poeta, ese que es capaz de cifrar lo que siempre ha permanecido indescifrable y oscuro a tu entendimiento.
Es importante.
Quién sabe!
Quizá consiga con su palabra abrir tu corazón a esa perdida luz.
Dice Seferis que "a tientas vas buscando la lanza destinada a perforar tu corazón para abrirlo a la luz".
Seferis fue diplomático y muchos años estuvo fuera de ese poderoso sol del egeo griego, un sol a cuya ausencia asociada a los perdidos días de su infancia dedica la mayor parte de sus preciosos versos.
Los versos que cito pertenecen a su último libro, "Tres poemas secretos", publicado en 1966.
Seferis no volvió a escribir más y siempre he titulado este maravilloso libro para mis adentros como "Tres poemas póstumos" porque el libro tiene para mi gusto un evidente carácter testamentario, de constatación de una individualidad despreocupadamente tendida al cielo de la posteridad.
"Tres poemas secretos" es un libro pequeño en el que sin duda está presente esa nostalgia de la tierra griega, de esa luz recordada por Seferis como el sabor de una fruta jugosa cuyo recuerdo aún es capaz de apurar, pero también siempre me ha parecido que esa luz habla también de su propia condición de poeta.
No en vano Seferis se define a si mismo como un asunto de luz en otro verso de ese mismo libro.
Y no en vano el trabajo del poeta es precisamente buscar esa lanza, esa palabra precisa, destinada a perforar su corazón para abrirlo a la luz.
Después de todo, y etimológicamente hablando, la palabra "poesía" está directamente emparentada con la palabra griega "poiesis" que no significa otra cosa que la causa eficiente que hace que las cosas sean, que hace que las cosas abandonen la oscuridad para manifestarse concretas en la luz.
En este sentido, la poesía es a más sagrada poiesis y tiene que ver con la luz, esa luz de la infancia que Seferis echaba tanto en falta en el final de sus años seguramente porque nunca pudo mirar tan lejos y con tanta certeza como bajo aquella iridiscencia que a todo lo empapaba de arrasadora certeza.
No hay poesía sino hay oscuridad, pero aquella tampoco existe sin que aparezca la luz, la concrección de aquello que permanecía oculto, confundido con la oscuridad, sentido pero inexistente porque permanece indefinido entre las sombras de lo que aún no ha podido ser dicho.
Ya lo decía Hölderlin, "lo que dura lo fundan los poetas".
Es una pena que ya no se les escuche.
Sin ellos, sin la iluminación que trae consigo la lucidez de su palabra, solo existe la oscuridad que todo lo devora.
El trabajo del poeta es esencial: escuchar nuestra oscuridad buscando la manera de pronunciarla.
Y ahora mismo, en estos tiempos que vivimos, no puedo penar en nada que sea más importante.
Lee poesía.
Encuentra a tu poeta, ese que es capaz de cifrar lo que siempre ha permanecido indescifrable y oscuro a tu entendimiento.
Es importante.
Quién sabe!
Quizá consiga con su palabra abrir tu corazón a esa perdida luz.
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