Hubiera estado bien... qué digo bien... Hubiera sido perfecto que el niño hubiera oficiado de dios menor y hubiese marcado el gol decisivo en la final.
Pero, no.
No ha sucedido.
Las cosas han devenido imperfectas y lo han hecho justo en la forma en que suelen suceder. Porque para expresar la perfección, lo que las cosas debieran ser, está la ficción, pero esa es otra historia.
Lo cierto, lo que nos ocupa es que hemos hablado mucho de lo que somos, nosotros, los atléticos y ahora ha llegado el momento de actuar, el momento de llevarlo a la práctica, y actuar es estar, por activa, orgulloso del equipo y de los jugadores.
No se les puede pedir más.
Si hubiesen sido capaces de hacer las cosas mejor, no estarían jugando en el Atlético sino en el equipo que nos ha vuelto a ganar una final o en alguno de los otros que hemos eliminado para llegar a perder esta final.
Nuestros rivales entendieron que para ganarnos sólo tenían que mejorar en lo único que les ganábamos.
Entendieron que debían ser disciplinados, que debían ser un equipo, que debían correr por lo menos igual que nosotros y lo hicieron.
Ese es su mérito.
El resto ya es historia.
Podría llegar a pensar que hemos probado todas las maneras de perder una final, pero no, no es así.
Nadie nos ha goleado.
No hemos sido inferiores.
Lo hemos puesto difícil.
Han luchado hasta el final, hasta el último hombre.
Se ha vendido cara la derrota.
Y nuestros rivales saben perfectamente lo que significa jugar contra nosotros, lo mal que se lo hacemos pasar.
Porque no todo es ganar.
Como la Santa Muerte de los mejicanos adoran, l Santa Derrota empieza a existir para nosotros, los atléticos.
Como aquella, a derrota forma parte de la ley natural y como tal es algo que se debe aceptar.
Del mismo modo que todos terminamos muriendo, todos terminamos perdiendo alguna vez y nadie pierde tan bien como nosotros.
Pero, no.
No ha sucedido.
Las cosas han devenido imperfectas y lo han hecho justo en la forma en que suelen suceder. Porque para expresar la perfección, lo que las cosas debieran ser, está la ficción, pero esa es otra historia.
Lo cierto, lo que nos ocupa es que hemos hablado mucho de lo que somos, nosotros, los atléticos y ahora ha llegado el momento de actuar, el momento de llevarlo a la práctica, y actuar es estar, por activa, orgulloso del equipo y de los jugadores.
No se les puede pedir más.
Si hubiesen sido capaces de hacer las cosas mejor, no estarían jugando en el Atlético sino en el equipo que nos ha vuelto a ganar una final o en alguno de los otros que hemos eliminado para llegar a perder esta final.
Nuestros rivales entendieron que para ganarnos sólo tenían que mejorar en lo único que les ganábamos.
Entendieron que debían ser disciplinados, que debían ser un equipo, que debían correr por lo menos igual que nosotros y lo hicieron.
Ese es su mérito.
El resto ya es historia.
Podría llegar a pensar que hemos probado todas las maneras de perder una final, pero no, no es así.
Nadie nos ha goleado.
No hemos sido inferiores.
Lo hemos puesto difícil.
Han luchado hasta el final, hasta el último hombre.
Se ha vendido cara la derrota.
Y nuestros rivales saben perfectamente lo que significa jugar contra nosotros, lo mal que se lo hacemos pasar.
Porque no todo es ganar.
Como la Santa Muerte de los mejicanos adoran, l Santa Derrota empieza a existir para nosotros, los atléticos.
Como aquella, a derrota forma parte de la ley natural y como tal es algo que se debe aceptar.
Del mismo modo que todos terminamos muriendo, todos terminamos perdiendo alguna vez y nadie pierde tan bien como nosotros.
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