jueves, junio 30, 2016

Warcraft: El Origen

No tengo del todo claro que la historia de esta Warcraft: El Origen" no pudiera escribirla una computadora.

Después de todo, se trata de uno de esos frankensteins narrativos construidos con pedazos y remiendos de otras historias, pero que como conjunto carecen de gracia, de personalidad, de vida propia.

La necesidad de producir va por delante del deseo de crear y contar una historia siempre por delante de estas películas-producto.

Lo mecánico prima sobre la orgánico, el desarrollo y manifestación armónica de una totalidad con sentido propio.

Jugando los conceptos de diferencia y repetición del filósofo francés Gilles Delleuze, este tipo de peliculas buscan más la repetición que la diferencia, entendiendo siempre la primera como una manifestación de la serie, lo que sucede siempre en el mismo modo y de la misma manera porque están regidos e inspirados por el mismo original que manifiestan una y otra vez.

Por contra lo que se basa en la diferencia, que es esa trascendentalidad que la serie repite una y otra vez, se mueve precisamente en el ámbito verdaderamente creativo, de producción de mundos nuevos que serán repetidos una y otra vez.

"Warcraft: El Origen" es pura repetición.

Un salón de espejos que nos devuelve copias que se han repetido una y otra vez, copias que ya se encuentran, en su incesante repetición, demasiado lejos del original como para siquiera transmitir la sensación de diferencia, en sentido nuevo.

Y el resultado es la previsibilidad.

Si suelto una manzana, caerá.

Si sumo dos y dos, obtendré cuatro.

El héroe hace lo que se supone que el héroe debe hacer mientras el malo hace lo que se supone debe hacer.

Pura burocracia narrativa.

Lugares comunes sin sorpresas.

Todo como siempre o como casi siempre.


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