Veinte años después de la primera "Independence Day" nos llega en este verano de 2016 una segunda entrega que, más o menos, viene a ofrecernos lo mismo sólo que incrementando en volumen y seguramente en espectacularidad.
Nadie como el alemán Ronald Emmerich para imaginar diferentes y variados apocalipsis de los que la raza humana consigue escapar siempre por un muy escaso margen y, por supuesto, apelando a unos valores y virtudes como especie que parece sólo encuentran ocasión de aflorar cuando las cosas están realmente jodidas.
Mientras tanto nos sacamos las tripas los unos a los otros en la mejor línea del capitalismo salvaje que poco a poco nos está convirtiendo en unos sofisticados monstruos de apariencia civilizada... pero esa es otra historia.
Desde los desastres climáticos que asolaban el planeta en "El día de mañana" o "2012" hasta estas dos entregas protagonizadas por esta incompetente raza de extraterrestres que, con toda la poderosa tecnología que tienen, son incapaces de pulverizarnos de una maldita vez, a Emmerich se le da muy bien manejar el desastre desde un eficaz despliegue de efectos especiales que en absoluto descuida el desarrollo de personajes con una mínima identidad sobre la que construir el preciso anclaje emocional imprescindible para que las historias.
En este sentido, esta segunda entrega de "Independence Day" sitúa al espectador en un futuro utópico en el que la humanidad se las ha arreglado para reciclar tecnología extraterrestre y crear un mundo mejor en el que, y en la mejor línea del nuevo sueño americano, prepararse para la guerra es un aspecto esencial de ese estilo de vida.
Y, por supuesto, la preparación para la guerra no puede ser infructuosa-
Y muchos más extraterrestres en una nave más grande regresan buscando revancha a nuestro pequeño planeta azul.
Y es imposible que nadie nos pueda vencer, cuando nos lo tomamos en serio y nos ponemos de verdad a ello.
Nacionalismo planetario del bueno.
Nadie como el alemán Ronald Emmerich para imaginar diferentes y variados apocalipsis de los que la raza humana consigue escapar siempre por un muy escaso margen y, por supuesto, apelando a unos valores y virtudes como especie que parece sólo encuentran ocasión de aflorar cuando las cosas están realmente jodidas.
Mientras tanto nos sacamos las tripas los unos a los otros en la mejor línea del capitalismo salvaje que poco a poco nos está convirtiendo en unos sofisticados monstruos de apariencia civilizada... pero esa es otra historia.
Desde los desastres climáticos que asolaban el planeta en "El día de mañana" o "2012" hasta estas dos entregas protagonizadas por esta incompetente raza de extraterrestres que, con toda la poderosa tecnología que tienen, son incapaces de pulverizarnos de una maldita vez, a Emmerich se le da muy bien manejar el desastre desde un eficaz despliegue de efectos especiales que en absoluto descuida el desarrollo de personajes con una mínima identidad sobre la que construir el preciso anclaje emocional imprescindible para que las historias.
En este sentido, esta segunda entrega de "Independence Day" sitúa al espectador en un futuro utópico en el que la humanidad se las ha arreglado para reciclar tecnología extraterrestre y crear un mundo mejor en el que, y en la mejor línea del nuevo sueño americano, prepararse para la guerra es un aspecto esencial de ese estilo de vida.
Y, por supuesto, la preparación para la guerra no puede ser infructuosa-
Y muchos más extraterrestres en una nave más grande regresan buscando revancha a nuestro pequeño planeta azul.
Y es imposible que nadie nos pueda vencer, cuando nos lo tomamos en serio y nos ponemos de verdad a ello.
Nacionalismo planetario del bueno.
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