Ligeramente cambia.
Se mueve en miles
de diferentes direcciones
mientras duermes.
No te espera.
Se transforma
ajeno a la fragilidad
de tu palabra,
de tu voluntad,
de tu deseo.
Ese lento trabajo
que es tu reino en la tierra
se descompone al viento
si tu palabra,
tu voluntad,
tu deseo
están ausentes
y no pueden respaldarlo
con el habitual esfuerzo
por ser de siempre.
Es contingente y relativo
ese absoluto tuyo de cada día
con el que mides y cifras
tu aquí y ahora,
tu espacio y tu tiempo.
Ligeramente cambia
y solo la triste vanidad
de volver a ser ese mismo
que ciegamente te supones
te encuentra despierto cada mañana
y te acompaña en el sordo esfuerzo
de vestirte ese escuálido orden
que eres tu mismo una vez más
mientras inocentemente te esfuerzas
por reconocerte de nuevo
en el esquivo reflejo
que pacientemente te devuelve
la infedilidad callada del espejo
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