domingo, julio 24, 2016

Zulú

Me gustan los "thrillers" que no son un paseo triunfal para el héroe y no lo son porque lo ponen a prueba precisamente en su incuestionable papel de héroe.

Lo hieren, lo golpean, lo transforman hasta el punto de que, para seguir siendo el héroe, tiene que para siempre dejar de serlo, descubrir un lado oscuro, el territorio donde viven todos esos malvados villanos contra los que lucha.

Y todo porque la realidad que enfrenta es mucho más compleja y difícil, un espacio de lucha entre iguales por la supervivencia en el que la ética es un síntoma de debilidad.

Manda el animal.

Las cosas siempre son mucho más complicadas de lo que uno imagina y la vida, cuando pone a prueba, lo hace a saco y sin concesiones... y casi siempre uno sobrevive de milagro si es que consigue regresar al otro lado: el de la verdad, la lucidez y la claridad... que, por si no lo sabes, son esquivas y siempre se cobran su precio.

Es imposible regresar intacto cuando uno se mueve desde la idea a la cosa.

Y en ese viaje uno puede quedar tan expuesto como para llegar a perderlo todo.

"Zulú" es uno de esos "thrillers" y, por supuesto, me entusiasma.

Ya tenía en los altares a su director, el francés Jerome Salle.

Su talento ha parido "Anthony Zimmer", una de mis películas favoritas de siempre, una de las películas más de Hitchcock sin Hitchcock y teñida de un elegante romanticismo salvaje que todavía, después de cinco o seis visiones, sigue pudiendome,

Ya lo tenía en los altares, como digo, pero ahora le tengo aún más con esta tremenda "Zulú".

Situada en la compleja realidad sudafricana, la historia nos presenta a dos policías: Ali Sokhela (Forest Witaker) y Brian Epkeen (Orlando Bloom).

El primero es un zulú idealista, empeñado en la justicia y en que su trabajo puede marcar la diferencia, mientras que el segundo, un blanco, se mueve más entre los grises de una vida compleja y difícil que le hace estar siempre pisando líneas que no deben ser cruzadas.

Ambos se enfrentarán a una trama de corrupción y narcotráfico que les llevará al límite y, especificamente, a Sokhela a un proceso de descomposición de su radiante armadura de héroe, convirtiendole en una suerte de prototipo de personaje romántico consumido por una realidad a la que se enfrenta armado con el idealismo de su pensamiento.

En cierto sentido, "Zulú" consume el retrato idealista de la Sudáfrica de Mandela a través del personaje de Sokhela.

Ya nada queda de aquel sueño.

Ya nada está a salvo de la abyección del dinero.

Estupenda.




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