"El capitalismo global lleva la relación deudor-acreedor a su extremo y al mismo tiempo la socava: la deuda se convierte en un exceso abiertamente ridículo, y así es como entramos en el dominio de la obscenidad: cuando se concede un crédito ni siquiera se espera que el deudor lo devuelva: la deuda se aborda directamente como un medio de control y dominación... Lo que esto implica es que el verdadero objetivo de prestar dinero a un deudor no es conseguir recuperar la deuda con un beneficio sino la indefinida prolongación de la deuda, que mantiene al deudor en una permanente dependencia y subordinación. Hace más o menos una década, Argentina decidió devolver su deuda al FMI antes de tiempo (con la ayuda económica de Venezuela). La reacción del FMI ante esa decisión fue sorprendente: en lugar de alegrarse de que le devolvieran el dinero, el FMI (o mejor dicho, sus máximos representantes) expresaron su preocupación por el hecho de que Argentina utilizara esta nueva libertad e independencia económica de las instituciones internacionales para abandonar una política financiera controlada, y se embarcara en un gasto desbocado".
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