“El racismo invadió el pensamiento del periodo que estudiamos, hasta un límite difícil de apreciar hoy en día, y no siempre fácil de comprender… Aparte de su utilidad como legitimación del gobierno de los blancos sobre los individuos de color, y de los ricos sobre los pobres, quizá eso pueda describirse mejor como un mecanismo mediante el cual una sociedad fundamentalmente no igualitaria, basada sobre una ideología fundamentalmente igualitaria, racionalizaba sus desigualdades e intentaba justificar y defender aquellos privilegios que la democracia implícita en sus instituciones debería cambiar inevitablemente. Ya que el liberalismo no podía defenderse de manera lógica contra la igualdad y la democracia, erigió la barrera ilógica de las razas: sería la propia ciencia, baza del liberalismo, la que probaría que los hombres no eran iguales”.
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