"Hace más de veinte años que no oigo cantar a nadie por las calles de Nueva York. Por cantar, entiendo de alegría, porque sí. No me refiero a los maullidos borrachos y solitarios de las cuatro de la mañana, que son sólo el gemido de una pobre alma que intenta vomitar su angustia y se atraganta en ella. Donde la gente puede cantar, el poeta puede vivir, y vale también decirlo al revés: donde el poeta puede cantar, la gente puede vivir. Cuando una civilización trata a sus poetas con el desprecio con que tratamos a los nuestros, no puede estar lejos el desastre; no puede estar lejos la matanza de los inocentes. Todo el mundo corre, Dios sabe adonde, y todo el mundo está buscando Dios sabe qué, pero es evidente que nadie es feliz aquí y que algo se ha perdido."
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