“Como explicaría Adorno más tarde, la frase «industria cultural» fue escogida por Horkheimer y él mismo en La dialéctica de la Ilustración debido a sus connotaciones antipopulistas. A la Escuela de Francfort le desagradaba la cultura de masas, no porque fuera democrática, sino precisamente porque no lo era. La noción de cultura «popular», afirmaba, era ideológica; la industria cultural suministraba una cultura falsa, reificada, no espontánea, en vez de la cosa real. La vieja distinción entre cultura alta y baja prácticamente se había desvanecido en la «barbarie estilizada» de la cultura de masas. Incluso los ejemplos más «negativos» del arte clásico habían sido absorbidos en lo que Marcuse denominaría más tarde su fachada «unidimensional». La tragedia, que antiguamente significó protesta, ahora significaba consolación. El mensaje subliminal de casi todo lo que pasaba por arte eran e] conformismo y la resignación… Cada vez más, el Institut llegó a la conclusión de que la industria cultural esclavizaba a los hombres mucho más sutil y eficazmente que los rudos métodos de dominación practicados en eras anteriores. La falsa armonía de lo particular y lo universal era en algunos aspectos más siniestra que el choque de las contradicciones sociales, a causa de su habilidad para inducir a las víctimas a la aceptación pasiva. Con la decadencia de las fuerzas de mediación en la sociedad —aquí el Institut se apoyaba en sus estudios anteriores sobre la disminución del rol de la familia en el proceso de socialización— las posibilidades de desarrollo de una resistencia negativa quedaban seriamente limitadas. Más aún, la difusión de la tecnologia servía a la industria cultural en Estados Unidos así como había ayudado a ajustar el control de los gobiernos autoritarios en Europa. La radio, afirmaban Horkheimer y Adorno, era para el fascismo lo que la imprenta había sido para la Reforma… La decadencia de la cultura «negativa», tradicional, no era sólo un problema para intelectuales. La cultura de masas era la sementera del totalitarismo político”.
sábado, marzo 17, 2018
La Imaginación dialéctica. Una historia de la escuela de Frankfurt. Martin Jay
“Como explicaría Adorno más tarde, la frase «industria cultural» fue escogida por Horkheimer y él mismo en La dialéctica de la Ilustración debido a sus connotaciones antipopulistas. A la Escuela de Francfort le desagradaba la cultura de masas, no porque fuera democrática, sino precisamente porque no lo era. La noción de cultura «popular», afirmaba, era ideológica; la industria cultural suministraba una cultura falsa, reificada, no espontánea, en vez de la cosa real. La vieja distinción entre cultura alta y baja prácticamente se había desvanecido en la «barbarie estilizada» de la cultura de masas. Incluso los ejemplos más «negativos» del arte clásico habían sido absorbidos en lo que Marcuse denominaría más tarde su fachada «unidimensional». La tragedia, que antiguamente significó protesta, ahora significaba consolación. El mensaje subliminal de casi todo lo que pasaba por arte eran e] conformismo y la resignación… Cada vez más, el Institut llegó a la conclusión de que la industria cultural esclavizaba a los hombres mucho más sutil y eficazmente que los rudos métodos de dominación practicados en eras anteriores. La falsa armonía de lo particular y lo universal era en algunos aspectos más siniestra que el choque de las contradicciones sociales, a causa de su habilidad para inducir a las víctimas a la aceptación pasiva. Con la decadencia de las fuerzas de mediación en la sociedad —aquí el Institut se apoyaba en sus estudios anteriores sobre la disminución del rol de la familia en el proceso de socialización— las posibilidades de desarrollo de una resistencia negativa quedaban seriamente limitadas. Más aún, la difusión de la tecnologia servía a la industria cultural en Estados Unidos así como había ayudado a ajustar el control de los gobiernos autoritarios en Europa. La radio, afirmaban Horkheimer y Adorno, era para el fascismo lo que la imprenta había sido para la Reforma… La decadencia de la cultura «negativa», tradicional, no era sólo un problema para intelectuales. La cultura de masas era la sementera del totalitarismo político”.
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