viernes, enero 26, 2007

Tiene que taparse los oídos.
Tiene que hacerlo para no escuchar los pitidos de los trenes,
su constante llamada.

El deseo de subirse a cualquiera de ellos,
indiscriminadamente.

El deseo de desaparecer.

Pacientemente esperan tendidos,
alargados como enormes leopardos,
sobre la interminables vías disparadas
en diferentes direcciones hacia el mismo horizonte.

Tiene que taparse los oídos.

Pasar una vez más a toda prisa por la estación.

2 comentarios:

  1. Anónimo9:36 a. m.

    enhorabuena

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  2. Me ha encantado cómo expresas esa sensación que tenemos en muchas ocasiones...
    Buen fin de semana...

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