En el mismo territorio físico y espiritual donde Douglas Sirk situaba sus tremendos melodramas con lágrimas en Technicolor, el más que interesante Todd Field sitúa su segundo y último trabajo.
"Little Children" clava sus raíces en el imaginario del melodrama cinematográfico para mostrarnos con la precisión de un documentalista el espectáculo agridulce del ser humano en todo el esplendor de su contradicción.
Entre la realidad y el deseo, irremediablemente plantado entre esos dos lados casi siempre irreconciliables y sometido a la tectónica presión de esos dos impulso casi siempre contradictorios, está el ser humano. Y, en ciertas ocasiones, cuando la presión ejercida de un lado y de otro es insostenible, surge imparable la sismicidad de la emoción.
Todos los personajes de "Little Children" son victimas en algún momento de esa sismicidad que hace tambalear la estabilidad de sus vidas y Todd Field está allí para filmarlo.
La belleza del instante atrapado por una mirada certera y sensible, una mirada que ya demostró sus cualidades cazadoras-recolectoras en la anterior "In the room", otra película absolutamente recomendable.
En "Little Children" todos nos reconocemos.
Nos guste o no, somos así: caprichosos, austeros, infieles, fieles, capaces, incapaces,... y así hasta el infinito de los adjetivos calificativos.
No hay tristeza que no lleve en su entraña
ResponderEliminarrúbrica de aleluya, sin embargo
con la mala conciencia no se juega
ni siquiera en la noche de los sábados.
Ni en el brumoso encuentro con el llanto
la desdicha se acerca a lo que quiere
con la mala conciencia no se juega
ni en la plegaria ni en las maldiciones.
No hay tristeza amputada de esperanza
ni alegría sin ásperos presagios
la pobre vida es una encrucijada
de regocijos y fracasos.
Somos tristeza, por eso la alegría, es una hazaña.
Mario Benedetti.
Amen
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