No tenemos tiempo.
Pasamos como bólidos ante la belleza,
con los ojos de dentro cerrados por la velocidad
de la incesante exigencia de la hora en punto.
Olvidado, a lo lejos, descansa el mar
y junto a él, a sus olas constantemente tendidas como abrazos,
la olvidada copa de vino
de las miradas y sonrisas abiertas de par en par
al esquivo abismo de nuestros mas profundos y palpitantes secretos.
El violinista entre la multitud.
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