TOREROS
Hacía tiempo que no veía una corrida de toros entera...
Hacía tiempo que no veía una corrida de toros entera...
El pasado viernes tuve la oportunidad de ver la segunda de la feria de San Isidro y, aunque los toros no acompañaron, recuperé viejos pulsos de viejas emociones.
Principalmente, la fascinación que siempre me ha suscitado la seriedad con que los toreros se enfrentan a su trabajo en la plaza y, en general, con que se expresan sobre el toreo.
Hay algo fascinante y misterioso en ellos.
Seriedad trascendental y profunda combinada con una parquedad en palabras que les hace destilar con precisión de cuentagotas los significados y las esencias por las bocas de sus labios.
Y eso me gusta.
"Este toro es un tío" decía el ya no tan incombustible Antoñete ante la aparición de un toro con grandes defensas por la puerta de toriles.
Mi fascinación por los toros se encuentra justo allí, en el lenguaje propio de su mundo y también en la forma casi taumatúrgica con la que es expresado por sus principales vehículos, los toreros.
Gente especial que a diario se enfrenta con directa compañía de la muerte, pero también con la no menos directa presencia de la suerte.
No ser cojido y que salga un toro bueno.
La incertidumbre y el miedo como piedra de toque sobre la que se forja un carácter de acero verde y sueño.
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