Como agua,
el tiempo se le escapa de entre las manos
en un incesante goteo de instantes
que se ha impuesto a sí mismo recordar.
El pasado crece a sus espaldas,
mientras el río en cuyas aguas
se bañan con despreocupación
constantemente deja de ser él mismo.
Su corazón late con fuerza.
Intenta atrapar con una sonrisa
el último y más reciente reflejo oscuro de sus cabellos.
Disfruta la vigorosa posesión del propio cuerpo.
Es sólo un gesto,
que las aguas ya arrastran y se llevan.
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