Seguramente, el declive de Wim Wenders comienza con esta suerte de futurista de road movie en el que todos los personajes se persiguen los unos a los otros hasta encontrarse en el final del mundo, las tierras interiores de la australia aborigen.
Demasiado larga, demasiado dispersa, demasiado diletante, ... No puedo negar que las críticas que esta película suele recibir sean ciertas, pero siento un gran cariño por esta película, por la historia que Wenders intenta contar con el planeta como marco.
No se cuántas veces la he visto, pero cada nueva vez tengo que esforzarme un poco más para quererla como la quise la primera vez que la ví. Hace ya veintitantos años.
No obstante, la parte final continúa conservando la capacidad de emocionarme, porque sigo creyendo en la historia de ese científico loco de amor (Max von Sydow) que ha consagrado su vida a devolver la vista a la mujer que ama (Jeanne Moreau), en la historia de ese hijo (William Hurt) que busca por el mundo buscando la imposible aprobación de un padre, en la historia de esa mujer (Solveig Dommartin) que se busca a sí misma persiguiendo la fascinante estela de ese hijo, la historia de ese escritor (Sam Neill) que busca una historia o la historia de Winter, ese detective-poeta (Rüdiger Vogler) que por una vez está dispuesto a hacer las cosas por amor al arte.
"Hasta el fin del mundo" no es una película fácil y, desde luego, no es una película redonda, pero sigue teniendo cosas que me emocionan y veinticinco años después siguen llenándome los ojos de lágrimas.
La solidez de los vinculos que se establecen entre los personajes conforme el viaje avanza, las imágenes de los sueños, el esfuerzo de los hermanos aborígenes velando por la salud espiritual de los perdidos personajes occidentales en el laberinto de sus propios sueños, la extraña belleza de la recientemente fallecida Solveig Dommartin, el amor con que el personaje interpretado por Jeanne Moreau acaricia tanto a su marido como a a su hijo, la paz con que se entrega a la muerte, las rimas de Winter... Detalles y más detalles, porque lo importante de esta película son, precisamente, esas pequeñas cosas que jalonan el viaje haciendolo trascender con su brillo esencial.
Lo importante es siempre el camino.
Estamos hechos para desear eternamente, para emprender un nuevo viaje una recién hemos alcanzado el anhelado destino.
Esa es nuestra maldición y también nuestra bendición....
Insatisfechos e insaciables hasta alcanzar el fin del mundo, que nunca es un lugar sino siempre un momento en el tiempo, el momento final.
Pura y finita contradicción.
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