PARTIDAZO
El partido ya prometía desde el día anterior.
El entrenador neozelandés del equipo galés había hecho un planteamiento testosterónico. Nada de pizarras ni de sistemas. Pura fuerza bruta contra el equipo de la rosa.
La más perfecta y descarnada invocación del flamente y embarrado espíritu de la épica. Una invocación que surtió efecto de una forma pasmosa porque ayer la épica estuvo presente en Twickenham vestida con los colores rojos de Gales.
En la primera parte, la potente y guapa Inglaterra pasó por encima de los galeses cuyo ataque apenas existió limitándose a contener como mejor pudo a un equipo lleno de músculo y capaz de un rugby muy versatil (juego al pie, a la mano, drops, ....).
La delantera galesa se las vió y se las deseó para contener una y otra vez los poderosos ataques de su contrincante y el partido tenía toda la pinta de convertirse en un paseo triunfal para el equipo de la rosa... pero los dragones aguantaron al filo del abismo marchándose con un resultado de 16-6 que, y a la vista del juego exhibido por los ingleses, pudo haber sido mucho peor.
Nadie esperaba nada de la segunda parte... salvo el equipo galés cuya delantera exhibió un talante diferente, casi enloquecido, lanzándose a muerte contra el muro inglés y consiguiendo derribarlo en una remontada histórica.
Nada de táctica, nada de estrategia.
Inexplicablemente la delantera inglesa fue desfondándose ante los continuos embates galeses y por si ésto fuera poco los jugadores de su defensa cometieron un par o tres de errores críticos (el fallo de Balshaw en el despeje fue el peor de todos) que pusieron a los dragones muy arriba en el marcador. Errores en su mayoría forzados por el entusiasmo de los dragones cuyos jugadores siempre estaban lo suficientemente cerca como para salir beneficiados.
2o años llevaban los galeses sin ganar en Inglaterra y terminaban haciendolo con un 19-26 en el marcador. 3-2o en el parcial de la segunda parte.
Inglaterra se borró del partido, quizá se creyeron un miserable equipo de fútbol y se pensaron que ya lo tenían todo hecho, pero ante ellos tenían un auténtico y puro equipo de rugby que les dió una lección de sangre y sudor.
Estas derrotas hacen daño y los ingleses deberían hacerselo mirar.
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