Es curioso el poder revelador de la belleza.
Apenas una canción sentida en el momento justo,
recibida como un balazo en el centro mismo del corazón.
Suficiente para salvarnos la vida,
apartándonos de la anécdota,
concentrándonos en lo esencial,
en la intensidad del momento.
La eternidad escondida en la trascendencia del instante,
recibida como una bendición del cielo
certeramente administrada por una mano que nos acaricia,
por una mirada que nos abraza,
por unos labios que nos abren de par en par
el dulce interrogante de su incierto misterio.
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