lunes, mayo 12, 2008














EL VERDUGO

No es la primera vez que veo esta obra maestra de ese genio del cine español llamado Luis García Berlanga, ni tampoco será la última.

Mucho se ha escrito sobre ella.

Preferentemente lo político y lo social, la crítica de una españa negra (de la que afortunadamente cada vez estamos más lejos) en el inicio del largo camino hacia otra mejor, han sido los vértices del debate. Comparto todos esos planteamientos, pero, y de siempre, lo que más me conmueve de esta película es el inclemente retrato de una España llena de miseria y mezquindad.

La escena en que Nino Manfredi y Emma Penella aprovechan una música que escuchan para bailar y la forma desairada en que, el propietario de la radio, se marcha impidiéndoles escuchar la música de su aparato siempre me ha conmovido en lo más profundo. me deja espantado. Sin habla.

"Que se traigan su propia radio los caraduras" les espeta al marcharse ese personaje terrible y brutal.

En "El verdugo", y salvo honrosas excepciones, todos los personajes se gritan, están malhumorados, se producen sin respeto y de forma desagradable en sus relaciones. Nadie está dispuesto a hacer nada por nadie y todo a cambio de un justo precio.

Constantemente tengo la sensación de estar en un mundo cruel y negro lleno de gente cruel y negra que todavía está luchando en el día por su propia supervivencia.

Y vuelvo a hora sobre ese personaje cuya mezquindad me obsesiona, que prefiere marcharse antes de permitir que otros escuchen su radio, que no está dispuesto a compartir su música en la libertad del aire, que parece más preocupado por impedir el placer de los otros que por procurarse el suyo propio y que probablemente buscará un lugar solitario para escuchar esa maldita radio.

Hay algo de aguafuerte goyesco en esa actitud tan agresiva y destemplada hacia el otro, tan contrastada y de trazo grueso.

La España terrible que el genio aragonés pintó también asoma por ahí... y no estoy seguro de que hoy en día no siga asomando, pero esa es otra historia.

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