La música siempre está ahí, para salvarnos la vida conectándonos directamente con lo que de verdad importa. Sólo hay que saber escucharse y escuchar.
Pero mucho más importante que nosotros amemos la música es que la música nos ame a nosotros y está dispuesta a sonar en el momento oportuno para salvarnos. Y escribo ésto porque a veces las canciones no nos llegan cuando más las necesitamos. Llegan demasiado pronto o demasiado tarde, evitando ese momento mágico en el que nos encontramos tranquilos, susurrando con asombro una canción que nos resume.
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