Lo confieso.
Me aterra la vida cotidiana por si misma, como única realidad circundante de la propia experiencia vital.
Los silencios mientras se desayuna, las preguntas sobre el pan nuestro de cada día, hablar sobre el tiempo mientras se espera el ascensor, las llegadas y las salidas de casa, la fundida bombilla de la nevera, los zapatos que nos aprietan.
"La soledad" desarrolla la paralela historia de la vida de dos mujeres de forma brillante, pero en el lento y asfixiante seno de ese aceite translúcido y pesado que a veces pesa como el plomo.
Apenas hay singularidades que todo lo cambian, sólo trayectorias de vida y muerte sin otra huella que el recuerdo de los seres queridos.
Sólo un susurro en nuestro oído que incómodamente nos recuerda la levedad de nuestra condición de trayectorias sin apenas singularidades que echarnos a la hambrienta boca.
Maravillosa, pero terrible.
Todo a la vez.
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