Rápidamente,
en silencio,
enredados en el mutuo entendimiento
que sólo a ellos dos afecta;
caminando deprisa el pasillo,
el tiempo es un aire aureo
que ya se les escapa irremediablemente entre los dedos
mientras sus pies vuelan por la moqueta verde
y aún no ha llegado.

Les espera una diferente habitación cerrada,
el mismo finito universo a medida de su secreto
discretamente alquilado por horas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pasión o sumisión: lo que el fútbol argentino enseña al Atleti

La paradoja trágica de Charlie Kirk