No es lo soñado.
Es la vividez del sueño lo que le ha despertado sobresaltado, con la boca abierta, como queriendo atrapar de un mordisco el corazón que se le escapaba del pecho.
La sensación de estar de nuevo allí,
sintiendo cómo aquel silencio le despedaza entero.
Presumir una condena a la eterna repetición de aquel presente que creía ya traspapelado, convertido en polvo de recuerdo, como la revelada condición de su propio infierno.
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