Si lo piensas no es difícil volverse cada vez más incierto.
Después de todo, se trata de la principal consecuencia
de una prolongada exposición al tiempo.
Desvanecerse poco a poco,
lentamente,
hasta por completo desaparecer.
Como si la vida
fuera un efímero y milagroso instante
de orden y equilibrio
sucediendo sobre una inmensa superficie
de constante y desordenada eternidad.
No hace falta recurrir a la ficción de un dios
para que uno se sienta sobrecogido y pequeño,
basta con escucharse la propia incertidumbre
latiendo, como una bomba de relojería, dentro,
muy adentro.
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