Sólo hay que saber esperar...

Envolverse en la propia cabeza,
sacudirse el aire de los pulmones
y echar a rodar los ojos
sobre la inacabada mesa,
en la interminable cena,
buscando en el inesperado trinar
de alguna hora en punto
el envenenado filo de su especial agudeza.

... y el perseguido instante será presa.

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