Seguro que podría hacerse un psicoanálisis social y global tomando como punto de partida la literatura de ciencia ficción. Considerarla como sintoma, como acto fallido y trabajar sobre ella para buscar en el inconsciente colectivo las raíces de ese miedo que nos lleva a imaginar unos mundos futuros que en su inmensa mayoría no son nada agradables.
El futuro que se nos relata en Soylent Green (que en castellano se tradujo por Cuando el destino nos alcance) es un ejemplo paradigmático de esas sociedades distópicas que, desde este presente nuestro, somos capaces de imaginarnos.
Escasez, superpoblación, cambio climático... El mundo de Soylent Green se mantiene sobre el abismo apenas sujeto por unos cuantos hilos que constantemente amenazan con romperse. Nada funciona mientras la sociedad intenta proyectarse en el tiempo, sobreviviendo, mientras el propio tiempo la va descomponiendo cada vez más.
No se si Soylent Green es ciencia ficción o terror.
La secuencia en que la gente es recogida de las calles literalmente a paladas o el momento en que el cadáver del prohombre asesinado, que desencadena toda la intriga de la película, es enviado a una planta de reciclado de residuos me ponen la carne de gallina por lo que implica de deshumanización y animalización del ser humano... situación a la que se llega desde el opuesto de una sociedad tecnológica que lo ha devorado todo y que ahora sólo le queda la opción de devorarse a si misma.
Por no hablar de un mundo futuro en el que impera la estética setentera del siglo pasado... Los muebles de plástico de colores chillones, las formas redondeadas y la moda tipo Mao, los espacios minimales de apariencia moderna pero de definitiva inspiración burguesa... Eso también es aterrador como lo es el personaje que interpreta el memorable Edward G. Robinson, en su última interpretación. El viejo que aún guarda en su memoria el recuerdo de otro mundo, ese que ya está muerto donde uno podía comprar un tomate y beber agua del grifo.
En fin, Soylent Green es un clásico de la ciencia ficción cinematográfica aunque, en algunos momentos y "por en medio", la película tenga ciertos problemas de ritmo y Charlton Heston no termine de estar cómodo en un personaje ligeramente corrupto, cínico y descreído.
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