Ni nos quiere ni nos deja de querer.
La vida es un mecanismo ciego,
esclavo de su propio impulso,
que sigue las propias leyes
de una mecánica omnipresente e inmensa.
Somos nosotros quienes la humanizamos.
Le ponemos un rostro amable
cuando nos ciega el inmenso azul
y nuestros brazos todo lo abarcan.
Le ponemos un rostro agrio
cuando el vacío nos alcanza
y el azul se vuelve negro
y nuestros brazos la nada estrechan.
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