martes, junio 23, 2009

NEDA

Es una vieja historia.

El largo y tortuoso camino por el que un régimen intenta perpetuar la mentira de su poder a toda costa suele terminar con un cadáver, el primero, desangrándose sobre la tierra. Como una especie de enorme pirámide invertida cuyo vértice superior, ahora mortalmente inferior, clavandose y abriendo de par en par el pecho de la víctima.

Lo nuevo de esa vieja historia es que ya hay demasiadas imágenes. Constantemente, en todas partes, se repiten una y otra vez, llenando nuestra vida de impactos cada uno de los cuales busca el máximo de intensidad y sugerencia. Así, es imposible que se mantenga el nivel de conmoción. El exceso de imágenes termina por trivializar los significados de las mismas, su efecto de sentido y realidad. Incluso la muerte en directo ya no es nada novedoso.

La imagen de Neda agonizante se repite hasta la saciedad. Da la vuelta al mundo ocupando su lugar correspondiente en el tiovivo de imágenes, agotando su turno hasta que otra muerte la reemplace.

La repercusión será cuantitativa, de espacios y tiempos ocupados, pero en absoluto cualitativa. Como escribe Wim Wenders aquello sagrado y revelador que tienen las imágenes les es arrebatado por el abuso de su reproducción masiva. La repetición consume la experiencia emocional, lo cualitativo, la apertura hacia el sentido de un mundo que una imagen siempre trae consigo.

Todo se agota en la saciedad.

El único mundo que se detendrá, y para siempre, es el de Neda.

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