ofendiendo continuamente la rotunda inocencia
que a cada momento revienta en sus palabras.
Como si ella tuviera que pagar por ello.
Como si no pudiera soportarlo.
Todos lo saben.
Escondido tras el humo gris de su cigarrillo todo parece molestarle.
Nada escapa a la ciega trituradora de su ironía,
al seco brillar de su mirada aguda.
Pero ella permanece indeferente al agresivo poder disolvente de su magia negra
mientras, atentamente, le mira tomar otro sorbo de su dry martini
como si en aquel momento nada importara más en el mundo,
blindada de luz contra el creciente esfuerzo de su oscuridad,
intacta y perfecta,
esperando su piña colada.
También todos lo saben.
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