INVECTIVA
que siempre nos es dado hoy
y que jamás nos perdona nuestras deudas
y que siempre quiere más
hasta dejarnos en esta nada
rodeada de abundancia
que sin saberlo empezamos a ser,
que sin duda somos,
que seguramente,
y si ninguna locura lo impide,
seguiremos siendo,
inflexibles en la ceguera
del diario y sisífico esfuerzo.
Todas las mañanas
puntualmente sentados
sobre el exiguo cofre sin fondo de nuestro tesoro
sin tener nunca suficiente
sin tener nunca suficiente miedo a perderlo todo,
calculando,
especulando,
sumando, restando, multiplicando y dividiendo.
Todas las tardes,
por avenidas, plazas y jardines,
los unos a los otros
amputándonos con impersonal cordialidad
la espléndida belleza de la mirada
lanzada hacia lo lejos,
la poca alegría que nos queda
a cambio de un poco más de esto
o un poco más de aquello.
Todas las noches
revolviendo entre las sábanas
en busca de no sabemos muy bien qué,
dejándonos las uñas
hambrientos de cielo y sueños,
sintiendo el helado palpitar de las heridas,
experimentando su inmenso peso,
cayendo hacia no sabemos muy bien dónde,
cerrando los ojos,
sólo durmiendo.
Por fin, adultos.
Cada vez más inciertos.
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