Cualquier persona que hubiera accedido a ese cargo (y a cualquiera) para servir y no para servirse de él tendría que entender lo mismo si el sentido común no fuera el menos común de los sentidos, porque, y con independencia de la buena voluntad (que me cuesta mucho presumir), existen efectos colaterales incontrolables de imagen pública del colectivo por no hablar de, en una situación potencialmente conflictiva como ésta que vivimos, los posibles discursos cuestionantes, críticos y deslegitimadores que otros colectivos y agentes sociales pueden construir, de necesitarlos, contra los empresarios a costa de vergonzantes realidades que en cualquier momento se pueden producir... por ejemplo, la persona que demanda abaratar el despido no paga a sus empleados... ¿y encima quiere despedirlos de una forma más rápida y barata?.
Por no hablar de otra cuestión de aún mayor sentido común... que una persona que personalmente tiene tantos problemas en su casa tenga el suficiente tiempo y capacidad para resolver al mismo tiempo los suyos y los de los demás.
Pero Diaz Ferrán también quiere mantener ese puesto de trabajo que ha generado el clientelista aparato político-social-administrativo perversamente parido de la bien intencionada Constitución de 1978.
Parafraseando a McLuhan cuando decía que el medio era el mensaje, en este caso, el cargo es el mensaje
¿Qué tendrá cuando sólo muy pocos se atreven a dejarlo?
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