Esperaba más de esta nueva y enésima presencia cinematográfica de los personajes creados por Sir Arthur Conan Doyle.
En su momento me pareció estupenda la elección de Guy Ritchie para hacerse cargo de un proyecto en el que Hollywood pretendía revisar y modernizar el personaje de Sherlock Holmes buscando monetizarlo, generar una franquicia de películas añadiendo un nuevo rostro a la iconografía que es el mascarón de proa de una industria basada en la imagen... Pero en este "Sherlock Holmes" no hay nada del eléctrico Guy Ritchie de "Rockanrolla" o "Lock & Stock". Cualquier otro podría haberla firmado y es una lástima porque el personaje de Holmes tiene muchas cualidades con las que el verdadero Guy Ritchie podría jugar. Después de todo, Holmes y Watson están muy cerca de muchos de sus personajes de los bajos fondos londinenses.
Se le puede pedir a este "Sherlock Holmes" mucho más desde un punto de vista de planteamiento, sepultando el talento eléctrico y formal de Ritchie bajo el trabajo de cuatro guionistas, pero también desde el punto de vista de la resolución porque "Holmes" es una película que, en general, deja frío y que, por momentos aburre, resulta larga.
Como siempre en estos productos de Hollywood me faltan primeros planos que puntúen emocionalmente las situaciones en las secuencias de acción. Los personajes hablan, corren, pelean, saltan, pero nuestra mirada queda demasiado lejos de la suya. Y esto es un síntoma preocupante para el cine moderno industrial que confunde la emoción con la descarga adrenalítica de la acción. Los personajes corren, saltan y vuelan impulsados por unas emociones que sólo suceden en sus rostros y sistemáticamente el cine industrial impide que el espectador acceda a esas expresiones que son las que realmente dan profundidad a las historias. El resultado son historias frías, sin alma, que se siguen con mayor o menor interés cuando suceden, pero que cuando terminan se desvanecen y por completo dejan de existir.
El cine se convierte en una partida de vídeo juego que los guionistas juegan y que el público ve. Renuncia a su característica más diferencial y se convierte en un espectáculo vacío que rebaja su gradación desde el arte hasta el artificio. Y este"Sherlock Holmes" es un buen ejemplo.
La acción no es una causa. Siempre es un efecto que encuentra su origen en unos personajes, en unas motivaciones, en una historia que los hilvana con precisión. E ignorar ésto forma parte de la decadencia del cine como forma de entretenimiento principal de las sociedades de nuestro tiempo.
Olvidando estos aspectos a lo máximo que puede aspirar una película como "Holmes" es a ser entretenida... cosa que, como ya he escrito, sólo consigue en ciertos momentos.
Aceptable.
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