La película nos cuenta la historia de Bud Blake, un cantante de música country en plena cuesta abajo personal y profesional, pero que, al mismo tiempo, es depositario de una cierta verdad personal y profesional que disfruta pero también sufre en los márgenes de una industria musical que le rechaza tanto como él la desprecia.
Su destino no puede ser distinto mientras, a su alrededor, constantemente, revolotean las canciones como las mariposas amarillas de Macondo; unas canciones que el espectador escucha interpretar en los diferentes lugares de Tejas y Nuevo Méjico por los que Blake vagabundea ganándose la vida, constantemente tentado por la falta de medios económicos y los cantos de sirena de una industria que reclama la magia de su talento. Pero, sobreviviendo en el espacio de oscuridad que le deja cada parpadeo de esa industria, Blake se empeña en no compartir con nadie la intimidad de sus canciones.
Porque lo mejor que tiene "Crazy Heart" es que, y aunque se centre en torno al personaje de Blake, el verdadero personaje principal es la canción que, poco a poco, mientras la historia avanza, brota de su corazón salvaje para en un amarillo revolotear terminar posada sobre las cuerdas de su guitarra.
La maravilla de "Crazy Heart" es mostrarnos las complicadas causas que llevan a ese efecto de belleza llamado canción que Blake termina cediendo a su heredero, Tommy Sweet (Colin Farrell) para que este la cante. Y en este sentido la película se convierte en un enorme destilador que gota a gota va produciendo la canción a golpes de vida del propio Blake, el roce de su propia contradicción contra la superficie emocional que otros personajes como Jean (Maggie Gyllenhal) o Wayne (Robert Duvall) amorosamente le brindan.
Y uno, de pronto, aprende a respetar todas y cada una de las canciones que Blake lleva prendidas de sus bolsillos, porque todas y cada una de ellas son pedazos palpitantes de su propia vida. Por eso, su arte es depositario de unas esencias que otros, que sólo pueden aspirar a repetir esa originalidad desde la industrial y desalmada -en todos los sentidos de la palabra- posición del cliché, ambicionan.
Por si quedaba alguna duda, la presencia arquetípica de Blake se convierte en viviente prueba extrema del coste que siempre supone ser propietario de un alma que merezca la pena.
Interesante y maravillosa.
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