El tema de la pederastia es sólo un ejemplo más...
El progresivo proceso de laicización ha venido modificando la posición de la iglesia dentro del juego social. Poco a poco la iglesia ha dejado de ser incuestionable árbitro del orden establecido para adoptar el degradado papel de participante cuyo punto de vista es uno más a la hora de organizar el funcionamiento de nuestras sociedades.
Una de las consecuencias colaterales de esa degradación es que la iglesia ya no es mirada desde abajo sino de igual a igual por los otros participantes en el constante y diario bullir social. Los planteamientos de la iglesia ya no sobrepasan la frontera que separa a aquellos que por motivos éticos y morales deciden someterse a su mandato de los que tienen otro modo distinto de ver las cosas. Y en este sentido la iglesia (y los suyos) deben acostumbrarse al imposible (por lo visto) de ser interpelados y cuestionados en planteamientos que, por definición, sus integrantes no cuestionan.
Hay otros puntos de vista sobre las materias en torno a las que la iglesia tiene un criterio y, en este sentido, el ejercicio de tolerancia hacia aquellos que no ven las cosas de la misma manera es una actividad que se me antoja más que recomendable.
En temas como el aborto y el uso del preservativo, la iglesia católica debería empezar a entender que existe un espacio de convivencia más allá de del espacio generado por sus creencias, más allá de su comunidad; un espacio donde su parecer sólo es un parecer más y en el que no sólo necesita vencer sino también convencer a aquellos que no ven las cosas del mismo modo.
Lo mismo sucede con el asunto de la pederastia.
Una vez que se ha perdido esa incuestionable posición de factotum del poder social y se ha descendido a la arena, junto a los demás mortales, las vergüenzas resultan siempre más evidentes y más complicadas de ocultar... y el asunto de la pederastia es una completa vergüenza.
A la sociedad en general no le interesa tanto la intensidad con la que los católicos son fieles a sus creencias sino en el modo en que ese grupo se relaciona y encaja con el resto... desde una perspectiva católica será problema de los otros enfrentarse a la posibilidad de la condenación eterna. Y, por lo que veo, en la actitud de la iglesia hay un punto de rey destronado que no está acostumbrado a ser interpelado y cuestionado cuando alguna de sus vergüenzas es puesta al descubierto.
No es que exista un complot global contra la iglesia católica, es que buena parte de la sociedad global pide cuentas a una institución acostumbrada a hacer lo propio desde la alta columna de su moralidad no conformándose tanto con las explicaciones dadas hasta el momento como con la gestión interna del asunto.
La dureza con la que se juzga a las mujeres que abortan contrasta como mínimo con la levedad con la que se despacha a los sacerdotes culpables incluyendo la conveniente separación entre pecado y persona, una separación que sería de gran ayuda para afrontar temas como el uso del preservativo o el ya mencionado del aborto... pero parece que ni las excomulgadas mujeres ni los excomulgados africanos pueden gozar de ese privilegio.
Los tiempos han cambiado... y antes de preocuparse por que la totalidad de una sociedad respete la mayor cantidad posible de sus propios valores, la iglesia debería preocuparse de que los suyos tuvieran la libertad suficiente como para poder vivir plenamente su sentido de la moral.
Los tiempos han cambiado... y ahora más que nunca la iglesia católica está obligada, antes los miles de ojos que la contemplan, a predicar la santidad, que los suyos no le discuten, con el ejemplo.
Su mensaje es uno más de los que concurren y pedir que los demás cedan ante la arrolladora evidencia de su simple presencia es no entender de qué va el mundo o reconocer de forma tácita una incapacidad de ser verdadero y real ejemplo.
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