Tras "The twilight samurai", esta segunda entrega de la trilogía sobre samurais del director Yoji Yamada se mueve en dos niveles narrativos. Por un lado la historia de amor entre el samurai Katagari y la sirviente Kie, un amor que la rígida sociedad feudal hace imposible y por otro la presentación de la decadencia de esa misma sociedad.
"The hidden blace" sucede en el final de los más de doscientos años de shogunato Tokugawa... la capital del Japón todavía es Edo, pero, y por muchas cosas que suceden a lo largo de la historia, las sombras de la inevitable y revolucionaria época Meiji que está por llegar se proyectan por todas partes.
Principalmente, por la forma en que el modo de vida feudal entra y sale de las vidas de los personajes abocándoles siempre a situaciones y decisiones que resultan injustas porque van en contra de su voluntad.
La modernidad parece surgir por todas partes, con la naturalidad con que surge el imposible amor entre los dos protagonistas y, contra esa naturalidad, el viejo sistema se defiende... la obligatoriedad de separarse de Kie que, desde arriba, será impuesta. Katagiri será obediente y disciplinado, aceptará la realidad que la educación y el decoro les exigen, pero, y al mismo tiempo, comprobará que sus superiores no tienen ese mismo sentido del orden y usarán con corrupción las ventajas que les proporciona la rígida sociedad estamental para obtener beneficios que van más allá de los aceptable.
Hay una constante sensación de decadencia y corrupción alrededor de Katagiri en todo lo que no tiene que ver con su relación con Kie... Los viejos samurais lamentan el uso de las armas de fuego, sus superiores utilizan el poder en beneficio propio obligándole a respetar unas normas que ellos mismos no respetan.
Hasta cierto punto "The twilight samurai" y "The hidden blade" se parecen. En ambas hay un protagonista que con estoicismo padece el conflicto entre su deseo y la rigidez de la sociedad estamental en la que vive, un conflicto que tiene que ver con el amor romántico que siente por una mujer, un amor que contraviene los usos, las costumbres y las normas de etiqueta y que le conduce a un exilio interior del que sólo saldrá en el momento conveniente para hacer justicia a aquellos corruptos que desde su posición de poder se aprovechan de los débiles de acuerdo con un moderno sentido de lo que es justo o no lo es.
La resolución de esa situación se convierte en catarsis que permite al protagonista liberarse y reconducir su vida por los caminos de la heterodoxia social.
Situado en el umbral entre dos mundos, el samurai se convertirá en héroe por sacrificar su posición en ese mundo para seguir los dictados de su entendimiento y de su corazón, unos dictados que inevitablemente le conducen al enfrentamiento con una sociedad que por los rigores mismos de su decadencia ha devenido en injusta.
En ambas historias, los dos protagonistas son testigos de una línea argumental sobre cuyo protagonista, la mujer de un amigo, cae a plomo toda esa injusticia obligándoles a ellos, silenciosos e impotentes espectadores durante la práctica totalidad de su desarrollo, a tomar una postura drástica y definitiva; un gesto que busca equilibrar esa balanza que parece que para siempre va a estar desequilibrada. En el caso de Katagiri, utilizar el arte de combate del filo oculto, del que toma titulo la película contra un alto cargo administrativo de su clan.
Interesante y emocionante.
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