No había visto en pantalla grande esta película dirigida en 1955 por el hábil artesano Richard Fleischer, pero durante estas vacaciones he tenido ocasión de hacerlo en el ciclo que la Filmoteca del Circulo de Bellas Artes le dedica.
Rodada en Cinemascope y magnificamente fotografiada por el maestro Jack Cardiff, "Los Vikingos" es un relato de aventuras en toda la extensión de la palabra. Hay un héroe, Eric (Tony Curtis) convertido en esclavo y borrado del mundo y de su derecho a heredar la corona del reino de Northumbria y serán los vikingos, aquellos que la han esclavizado quienes le ayudarán a recuperar su destino y con él a la mujer que ama.
Por encima de todo, los vikingos es una película atmosférica, en el que el paisaje es protagonista principal... Los inmensos fiordos de paredes cortadas a pico deben resultar espectaculares vistos en el Cinemascope original... Y dentro de ese paisaje lo que se nos muestra es a esos vikingos cuyo nombre da título a la película como los principales y auténticos protagonistas de la historia. Su modo de ser, su modo de hacer, su manera de juzgar las cosas...
Desde la ficción, la película busca un cierto componente documental. Mostrar al ojo curioso del espectador el estilo de vida de ese terrible pueblo del Norte y para ello utiliza como eje vertebrador la historia de Eric y su enfrentamiento con el impulsivo y brutal Einar (Kirk Douglas).
La historia reúne los elementos básicos para funcionar. Se mueve dentro del cliché, pero lo hace una forma adecuada: Hay un héroe que tiene un destino y en el camino que le lleva a él van apareciendo una serie de coadyuvantes y oponentes que crean la tensión precisa para que los esfuerzos del protagonista tengan la mínima emoción y el mínimo interés como para que la mirada del espectador se sostenga sobre la pantalla.
No olvidemos que se trata de cine de aventuras mainstream, similar a cualquier buena película que hoy pudieran hacer Michael Mann, Steven Spielberg o Michael Bay y, aunque el paso del tiempo tiende a convertir cualquier objeto en una magdalena proustiana, no hay que perder la perspectiva... "Los Vikingos" no deja de ser un producto industrial de entretenimiento (el de nuestros padres y abuelos), mucho más cercano al producto de calidad que al clásico del cine concebido como arte.
Y como tal también tiene sus limitaciones que principalmente tienen que ver con la falta de profundidad en la carne de muchos personajes, que se limitan a reposar sobre su carácter arquetípico esperando que el público ponga lo que falta y, si quiere, se implique en sus emociones más o menos intensas, así como con un desarrollo mecánico, ajustado y funcional del relato. Ambas cosas impiden que, con las shakesperianas posibilidades de sus mimbres, la película trascienda y emocione más de lo imprescindible. Siendo precisamente estas carencias las que colocan a "Los vikingos" un paso por detrás de verdaderos clásicos de aventuras como "El Mundo en sus manos" de Raoul Walsh o "Tierra de faraones" de Howard Hawks.
Medalla de Plata.
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