martes, mayo 18, 2010

07:13 AM

Despertar
para encontrar la mirada en el mismo lugar donde quedó.
Rescatar el arrugado asombro del cesto de la ropa sucia
y volver a vestirlo.
Anudarse la manchada corbata
con mano firme de experto.
Desayunar
y sentir que la saciedad es un incesante imposible.
Una vez más creerlo todo,
suavemente,
con calma,
como si jamás hubiera sucedido el afilado rigor pétreo de ayer
y nunca hubiésemos llegado con el último aliento
al dudoso cobijo del sueño.
Fingir,
tal vez soñar.

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